Y me había preocupado (o tal vez debería decir molestado) por esta vieja babosa y su comportamiento de una perfecta idiota, criticando mi trabajo y haciendo estupideces, cuando la ruca es incapaz de escribir correctamente y depende del corrector ortográfico. En pleno verano, que la lluvia trae consigo humedad y tanta gente la confunde con frío, va muy abrigada. ¿Qué sucedería si fuera invierno? Si yo me he dado cuenta de que esta vaca famélica e idiota es de lo más incompetente y su trabajo no sirve, ¿no se habrá dado cuenta la directora del departamento? Si así ha sucedido, es muy improbable que le dé la planta.
Y si se la diera, ¿podría la vieja rumiante con el esfuerzo diario que involucra una larga jornada de nueve horas y media de lunes a viernes? ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que comenzara a enfermarse de diversas dolencias provocadas o agravadas por agotamiento?
Por otra parte, el espantapájaros cobarde, mitotero y cultivador de intrigas hace alarde de su tupida barba, que comenzó a dejarse hace algunos días. Esto porque está de moda y los monos imitan el comportamiento de sus congéneres, además que traer pelo en el hocico le proporciona la ilusión de poseer un mínimo de hombría. Este baboso pasa muchas horas en la oficina, la mayor parte de las cuales se le van en la plática y el chisme, en hacer su papelito de comediante de televisora tipo prostíbulo, con su simpatía que corresponde a la de un hipopótamo con faldas, y en dárselas de jefe, pues ese es su puesto, jefe de transferencias de tecnología.
He leído algunas páginas de Walden, o la vida en los bosques de Henry David Thoreau y parece ser una guía para la vida que puedo llevar tanto por vocación, como por los acontecimientos que han marcado una senda. Ahí podría estar la clave para encontrar la brújula con la cuál orientar mi existencia.
¿Tengo una cabaña de madera en las proximidades de un estanque? No. No en el sentido literal.
¿Puedo construir un entorno en el que pueda cultivar mis talentos y desarrollar mis potencialidades? No sé. Lo que sí sé es que puedo intentarlo.
Tuve en mi mente una entrevista hipotética (o tal vez debería decir imaginaria) con la directora de mi departamento en la que le decía que había conocido a la mujer de edad avanzada que fue contratada para el puesto ‘químico traductor’ unos días antes de que yo regresara de mi incapacidad, a mediados de junio, y cuando le comenté que no tengo estudios de química (yo ocupo ese mismo puesto, ‘químico traductor’) y le hice un segundo comentario, que hay unos comandos del programa Word consistentes en Control + letra vocal y yo no los uso porque no sé para qué son ni cómo se usan, la señora (no voy a usar palabras ofensivas en presencia de la directora de mi departamento) entendió que yo era un inútil que no sabía hacer nada y se preocupó mucho por ello. Entonces decidí no tratar con ella para nada y ni siquiera darle los buenos días.
Dejé que pasaran muchos días y jamás hablé con la directora de mi departamento. Tengo la sospecha de que el espantapájaros, jefe de transferencias de tecnología, que desde el principio tuvo comal y metate con la vaca famélica fue a chismearle a la directora que yo mostraba una actitud hostil hacia la ruca rumiante, con la intención de hacerme daño, y la directora hizo caso omiso de su intriga.
Estos dos asuntos, la pendejez de la vaca rumiante y la intriga y la mala leche del espantapájaros chismoso e intrigante me hicieron pasar días difíciles, sin ninguna necesidad de que ocurriera eso.
Ocuparme de tanta basura supone un gasto importante de energía psíquica que necesito para encausar mis esfuerzos en una dirección constructiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario