domingo, 30 de julio de 2017

Después de una recaída, volver a levantarme


En las últimas semanas me sentí agobiado por varios factores, uno de ellos el económico, volver a caer en cuenta de que mis ingresos son bajos, que en noviembre de 1997, hace cerca de 20 años, al entrar a trabajar a esa empresa de la maquiladora electrónica, comencé con un sueldo equivalente a unos mil dólares y cerca de 18 años más tarde, entré a la empresa donde actualmente trabajo con un sueldo que equivaldría a un poco más de la mitad de esa cantidad.

Al mismo tiempo, por vivir lejos de la empresa paso unas dos horas diarias de lunes a viernes trasladándome de mi casa al trabajo y del trabajo a mi casa y paso fuera de casa unas doce horas. Me resultaría prácticamente imposible comprar un automóvil y el cansancio que siento me agobia.

Reanudé la lectura de la novela ‘Contigo en la distancia’ de Carla Guelfenbein, ganadora del premio Alfagura 2015 y no lejos del final, cuando se menciona uno de los casos de adulterio (el de Daniel, que toma a Teresa por amante estando casado con Gracia) pensé en el sufrimiento tan tremendo que debe de producir semejante agravio y recordé aquel año 1993, cuando mi padre le anunció a mis hermanas Yolanda y Verónica (que en paz descanse), con lujo de cinismo, que tenía tres hijos pequeños con su concubina en aquella comunidad rural en el vecino estado de Nayarit, quienes a su vez se lo comunicaron a nuestra madre. Cinco años más tarde, en 1998 cuando el infame David me asestó una puñalada por la espalda y unos meses después me fui a Tijuana a buscar un empleo, mi padre tuvo éxito en conseguir que el dolor y el sufrimiento que le había provocado a mi madre con su traición se convirtiera en furia contra mí y todos los miembros de mi familia me atacaron, uniéndose a ellos Enrique, esposo de Yolanda. Mi hermana Mónica tenía seis años viviendo en Estados Unidos en situación irregular y cometió otra de sus acostumbradas traiciones.

En los días que transcurrieron pensé en escribir todo esto en este blog, pero no lo hice. La importancia de ese acontecimiento va más allá de lo mucho que pudo haberme lastimado ese ataque de grupo o la traición de mi madre. Lo que sucedió a raíz de eso, es que me quedé solo, enfermo, aislado y sin atención médica y sin ninguna posibilidad de volver a conseguir un empleo y esta situación se iba a prolongar muchos años. He llegado a pensar que jamás voy a recuperar lo que perdí.

En el año 2014, al abrir mi cuenta de twitter, escribí en mi ‘biografía’: he llegado al medio siglo de vida y me dedico a leer, a traducir, a andar en bicicleta y a esperar que se acabe mi existencia.

Continué con la lectura de esta novela de Guelfenbein y al concluirla sentí que de alguna manera mi vida no está tan a la deriva. He retomado los paseos con mis perritas Chora y Clara, adoptadas hace casi cuatro meses; he vuelto a ejercitarme en mi bicicleta de carreras, habiendo sanado mi fractura de clavícula; ahora estoy retomando la lectura y plantearme objetivos en relación con esto último, que involucra además aprovechar los tiempos de traslado hacia el trabajo y de regreso, ayudan a recuperar la esperanza.

Me doy cuenta de que he sufrido una recaída. Me había hecho el firme propósito de dejar de contemplar el lado terrible de mi vida, especialmente la violencia de la que he sido objeto, y de pronto comienzo a contemplar mi realidad desde la niñez, recordando a mi familia, en particular a la familia de mi madre y los años que vivimos cerca de la Ciudad de México.

Mientras tanto en el trabajo he tenido ciertos roces con un ratón envalentonado que no es más que un marica que quiere valerse del chisme y la intriga para hacer daño, pero debido a que la directora de mi departamento no se deja manejar por ningún pendejo, sus esfuerzos se quedan en intentos que solamente lo ponen en evidencia. También esta la vieja babosa que fue contratada a mediados de junio, cuya tontería y falta de inteligencia se hacen evidentes hasta en su lenguaje corporal. Es la clase de persona que no tiene la menor conciencia de su pequeñez y su falta de capacidad y no muestra el menor respeto por sí misma. Baste decir que la pobre idiota no sabe escribir correctamente, depende del corrector ortográfico y escribe palabras como ‘módulo’ sin acento y burradas por el estilo.

Lo que hay que hacer es no darle más importancia a la gente jodida de la que merece, y esto se hace extensivo a personas como los cónyuges de mis hermanas.

Acabo de comprar en amazon.com la novela Jane Eyre de Charlotte Bronte, en inglés, el idioma original. En lo que llega voy a leer Walden, o la Vida en los bosques, de Henry David Thoreau.

La vida tiene mucho que ofrecer y la mía tiene todavía un largo trecho por delante.

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