A finales de 1997, con 33 años y medio de vida obtuve mi primer empleo, que no duró mucho pues mi ‘amigo’ David me echó de la empresa mostrando su naturaleza inmunda, la porquería que llevaba dentro en su interior, cometiendo una infamia que arruinaría mi vida. Esto sucedió a principios de ese 1998.
A mediados de ese año me fui a Tijuana, ciudad fronteriza donde se concentra maquiladora y empleo, y todos los miembros de mi familia hicieron labor de equipo para atacarme en una labor orquestada por mi padre, el monstruo que logró destruir todo. Fue entonces cuando comprendí el papel que había jugado en mi vida desde el principio, el de causante oficial de todos los problemas de la familia, el integrante del que todos debían sentirse avergonzados. Lo que no sabía es que esa situación jamás cambiaría.
La crisis que se presentó fue motivada por cansancio crónico. Parte de este se debe al horario tan largo, junto al hecho de que la empresa queda muy lejos de mi casa y esto hace que pase 12 horas diarias fuera de mi vivienda. Para completarla, el trayecto de regreso es muy estresante, principalmente debido al modo como manejan los choferes de la ruta que uso, con cambios de velocidad y aceleración que no ayudan a reducir el tiempo de recorrido; su falta de inteligencia les impide entender eso a estos jodidos inferiores, parte del enorme problema de mi país, la sobrepoblación.
En un momento dado me pregunté cuánto me costaría un automóvil usado. En un tiempo muy corto deseché la idea por ser absolutamente impráctica. Con mi sueldo resulta absurdo intentar comprar un auto, que reduciría el tiempo de recorrido al trabajo y en consecuencia el cansancio cotidiano. Con la comprensión de este hecho viene aparejada la dolorosa conciencia de que mis bajos ingresos son consecuencia de todos esos años de desocupación, enfermedad, abandono y violencia que viví como resultado de lo que sucedió ese año 1998 que me fui a Tijuana tras haber recibido la puñalada de David, y el ataque de mi familia orquestado por el monstruo incestuoso que tuve por padre.
Las pérdidas son gigantescas, y eso no es todo.
Los golpes que he recibido desde entonces han quebrantado mi voluntad de vivir. Lo más terrible es que los ataques más devastadores han provenido de miembros de mi familia, específicamente de mis hermanas Mónica y Yolanda, y sus respectivos cónyuges.
Ayer por la tarde agredí verbalmente a mi madre y lo más importante fue preguntarle por qué regresó con su familia, con sus padres si le habían fallado miserablemente. Con esto me refiero a que cuando se casaron mis padres, ninguna persona de mi familia materna acudió a la boda. Después hubo un acercamiento (no conozco los detalles) y mi madre retomó su relación con sus padres y hermanos, algo que no fue bueno en lo absoluto.
Menciono esto porque estoy llegando a la conclusión de que toda la familia que me queda es mi madre. Si ella muere antes que yo, ya no tendré ninguna familia. Mis hermanas Mónica y Yolanda son eso, mis hermanas, biológicamente y eso no puede cambiar, pero lo único que tiene sentido es romper con ellas para siempre. Las dos han optado por cometer actos de destructividad e infamia y no alejarme de ellas sería cometer el mismo error que cometió mi madre al no alejarse de sus padres y hermanos.
Jeffery Alan Jung, el esposo de mi hermana Mónica la utilizó hace 14 años para tundirme a golpes cuando yo me hallaba caído y lo había estado durante los últimos cinco años y cuatro meses, aunque siendo más estricto, tendría que decir que había estado caído toda mi vida.
Enrique Manuel Cano Hernández, esposo apócrifo de mi hermana Yolanda me ha estado atacando por medio de intrigas desde que se casó con ella, hace casi 24 años.
Si la vida es justa y en algún momento se las cobra a quien comete bajezas, estos dos infames van a tener que rendir cuentas. Si estoy aquí todavía, voy a sentir una gran satisfacción.
En cuanto al hijo de puta de David, en algún momento me voy a enterar de que ya le sucedió algo.
Mi padre se pudre en el infierno desde diciembre de 2007.
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