Ambos ganaron el premio Alfaguara. El primer autor es argentino, la segunda escritora es chilena.
Conforme han pasado los años he leído cada vez menos. He mencionado antes que paso muchas horas fuera de casa todos los días, un total de 12 por motivo de mi trabajo (de lunes a viernes) y de ellas aproximadamente dos son de traslado y una es para comer. En ese tiempo debería leer (algo que he hecho en los últimos días) y si hubiera aprovechado ese tiempo, tal vez los niveles de estrés no habrían alcanzado tales alturas.
Lo que he estado haciendo durante mucho tiempo, es escuchar radio (que en su mayor parte no sirve absolutamente para nada) o música grabada (en mi reproductor mp3) o separadamente o de manera simultánea interactuar en twitter con otras personas. Sé muy bien que esto no es de provecho, no resuelve ningún problema y no me ayuda en nada, pero creo saber por qué lo hago: es por la soledad en la que vivo. En esa red social tengo un poco de contacto con otras personas, con perfectos desconocidos, y eso me permite mantener la ilusión de que no estoy solo.
Esa soledad es una condición de vida muy dolorosa. Vivo con mi madre, algo que no quisiera teniendo más de cincuenta años. No tengo pareja, ni amigos, no tengo vida social, ni siquiera interactúo con mis compañeros de trabajo, estoy muy distanciado de mis hermanas y me cuesta trabajo comunicarme con mi madre por su problema de sordera parcial y por las diferencias obvias derivadas de la diferencia de edad. Al mismo tiempo, el resentimiento contra ella por tantos años de complicidad con mi padre y por haber permitido que tantas personas me agredieran, sigue presente.
Ayer por la tarde llegué a casa y cerca de las 19:30 horas comencé a ejercitarme en mi bicicleta de carreras. Una hora más tarde me mojé con agua para quitarme el sudor abundante que me había cubierto de pies a cabeza y cené para después salir a pasear a mis mascotas, un evento bastante estresante. Regresé a casa cerca de las 22.00 horas para disponerme a dormir y así el día terminó, aparentemente demasiado temprano.
Me siento como si me hallara en un río nadando contra la corriente, en una lucha en la que si bien no retrocedo, tampoco avanzo un milímetro y no se ve por ningún lado la posibilidad de hacer una pausa. No hay manera en que pueda detenerme, pues cuando lo haga, estaré perdido irremediablemente.
¿Qué sucedió con mi vida?
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