El padre que tuve nació en una familia de seis hijos (él fue el cuarto de seis hijos varones) en la que los recursos no eran abundantes, y pese a haber quedado huérfano a los 13 o 14 años estudió ingeniería en una universidad pública y logró bastante profesionalmente. De la mano vino un éxito económico, que si bien no fue espectacular, es digno de tomar en cuenta.
Mi padre fue un hombre terrible que trajo cuatro hijos al mundo (un varón y tres hembras) y a los cuatro les arruinó la vida. Mi madre fue una buena mujer que también provenía de una familia humilde, siendo hija de un obrero, y lo que tenía en común con mi padre es que sus progenitores eran gente que carecía de una buena salud mental y eran personas destructivas.
Mi madre cometió errores en la crianza de sus hijos y cerró los ojos ante el hecho de que estaba casada con un mal individuo, pero con el paso del tiempo, ha aflorado en ella la esencia de lo que es: un buen ser humano. En contraste, mi padre dio rienda suelta al odio que albergaba contra todo lo que se movía, contra todo lo vivo y lastimó a sus hijos (lo considero responsable de la muerte de Verónica, mi hermana menor, hace 10 años), lastimó aún más a su concubina y a los tres hijos que tuvo con ella (cuando murió casi los dejó en la vil calle) y acabó destruyéndose a sí mismo.
No quiero generalizar y decir que así son todas las personas, o la mayoría, pero sí creo que muchísimas personas (independientemente de su nivel económico) no tienen la salud mental para procrear y harían bien en abstenerse de tener descendencia, o por lo menos en retrasar el inicio de la paternidad.
En mi juventud cobré conciencia de que tenía pocas probabilidades de convertirme en un hombre productivo y ganar el dinero suficiente para enfrentar las responsabilidades de un padre de familia, y al mismo tiempo, me di cuenta de que había llevado una vida plagada de violencia y el daño que ello me ocasionó había hecho de mí un candidato perfecto para no tener hijos jamás, pues de hacerlo los violentaría terriblemente y habría sido muy difícil evitarlo.
Estas condiciones adversas son de lo más comunes, y cabe la pregunta ¿por qué tantas personas no se detienen a pensar en todo esto y en su lugar forman vínculos con la intención de procrear y tener hijos, haciendo su contribución a un problema gigantesco que por su magnitud parece no tener solución?
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