lunes, 29 de mayo de 2017

Después de tres semanas de inactividad, intento recuperar el equilibrio


Hace tres semanas comenzó el periodo de incapacidad debido al accidente que sufrí dos días antes. Me ha llamado la atención mi incapacidad para hacer algo de provecho, e incluso para descansar y en los últimos días —tal vez debería decir hoy— me di cuenta de que ha faltado en mi vida diaria el trabajo (si bien justificadamente) y la actividad física (también justificadamente).

Mi bicicleta de carreras había estado vuelta hacia arriba sin las ruedas y hoy en la mañana decidí armarla. Le coloqué la rueda trasera y ante la imposibilidad de colocarle la rueda delantera (deforme por el golpazo que recibió) tomé la de la otra bicicleta, que dejé de usar a finales de octubre pasado y se la coloqué. Después fui a la tienda de bicicletas de mi amigo Hugo por el rumbo de Los Cubos y para mi sorpresa ese rin delantero sí puede repararse. Regresé a casa poco después de la una de la tarde y después de ingerir mi avena dormí un poco. Mi mascota Chora —perrita de unos tres años de edad que llegó a esta casa con su hija Clara en calidad de adoptivas hace ocho semanas— me despertó y bajé a la sala como a las 2:40 pm. Mi madre veía las noticias en la televisión y de pronto apareció una nota sobre el seguro social (IMSS). Recordé entonces que tenía que llamar a esa institución para hacer mi cita para el próximo jueves 1 de junio, último día de incapacidad y así lo hice. Le debo un favor a mi linda mascota.

Más tarde tomé mi monitor de ritmo cardiaco (nombre complicado, en otras latitudes se le conoce como pulsómetro) con su instructivo y finalmente logré ponerle la hora y la fecha. Después de esto subí a mi habitación y me puse mis prendas de ciclismo y coloqué el monitor en el manubrio de la bicicleta, y el sensor en el pecho. Entonces hice una sesión de pedaleo sobre rodillos de 50 minutos en la que sudé abundantemente y después de la cual sentí que mi vida estaba otra vez en equilibrio.

El socket de la ciclocomputadora se encuentra todavía en el centro del manubrio, pero no pienso volver a usar ese dispositivo, por las razones expresadas en la entrada anterior. Este periodo alejado del trabajo deberá servirme para identificar lo que está mal conmigo para modificar mi comportamiento y el modo como vivo.

Todavía estoy a tiempo y lo mejor está por venir.

domingo, 28 de mayo de 2017

Un tercer accidente ciclista, un acontecimiento definitivo


A principios de septiembre de 2014, la tipa que me daba trabajo como traductor me pagó una cantidad de dinero que para mí resultó considerable y entre otras cosas compré una ciclocomputadora, un dispositivo que no había tenido en muchos años y que me permitiría saber cuántos kilómetros estaba recorriendo en cada salida (además de la velocidad instantánea, velocidad promedio, etc.,) o más frecuentemente en cada sesión de ejercicio en rodillos, si bien combinaba ambas modalidades.

Entonces comenzó el ritual de dedicar un tiempo indeterminado al pedaleo, que registraba en cada ocasión en un cuaderno anotando la fecha y el kilometraje recorrido, mismo que se acumulaba y tomaba nota semanal, mensual y anualmente; todo esto parte de mi comportamiento característico acorde con mi personalidad y el modo como vivo.

A finales de abril de 2015 comencé a trabajar en el empleo que tengo actualmente y dejé de hacer anotaciones en mi cuaderno en relación con el avance del kilometraje pensando que si lo hacía, se precipitaría algún acontecimiento desafortunado, cosa que por supuesto no tenía ningún sentido. Tiempo después continué con la costumbre de anotar el avance del kilometraje recorrido ―el odómetro― y en algún momento llegó a 17 mil kilómetros.

Mi perra Lola, hija de Greta (Border Collie de raza pura, fallecida en abril de 2011) se enfermó de cáncer y su deceso se dio muy rápidamente, lo cual fue afortunado porque no sufrió mucho. Un domingo en marzo de este 2017, cuando me preparaba para salir en mi bicicleta Cannondale, Lola subió a mi habitación y me acompañó unos minutos. Poco más tarde salí de la casa y a unos tres kilómetros de la casa noté que la ciclocomputadora no estaba marcando nada. Me detuve y bajé de la bicicleta e hice lo que se me ocurrió para hacerla funcionar. Después de varios intentos logré echarla a andar e hice un recorrido de unas cuantas decenas de kilómetros. Al llegar a casa se me ocurrió borrar toda la información del dispositivo, cuya lectura era superior a los 17100 km. Tomando en cuenta que el kilometraje había comenzado a acumularse en septiembre de 2014, era bastante modesto.

Volvimos a cero, o como dice el dicho ‘borrón y cuenta nueva’. En los días que siguieron no toqué mi bicicleta porque me sentí triste y deprimido. Mi perra Lola, que había estado conmigo los últimos 10 años y ocho meses murió el viernes 10 de marzo y una vez que me hice cargo de sepultarla retomé mi actividad deportiva. El kilometraje volvió a incrementarse a partir de cero y continuó así durante lo que quedaba de marzo, abril y principios de mayo.

El sábado seis de mayo decidí lavar parte de mi ropa sucia en el lavadero (porque la lavadora no sirve) y en eso se me fue parte de la mañana. Mi madre preparó la comida y teniendo planes para salir a ejercitarme en mi bicicleta decidí comer y dejar el entrenamiento para más tarde y así se lo hice saber, pero cambié de opinión y subí a cambiarme de ropa y a hacer una sesión de 20 o 30 minutos en rodillos. Después de esto, salí a la calle y me dirigí a mi circuito Lomas Altas - Paseo de la Cañada. La lectura de la ciclocomputadora andaba por los 980 kilómetros, lo que significaba que sumándole el kilometraje anterior, ya rebasaba los 18000. No sé bien qué distancia llevaba recorrida, pero al pasar por un tramo de Paseo de la Cañada, un peatón estúpido se bajó de la banqueta sin fijarse y me lo encontré sin poder hacer nada para evitar chocar con él. El impacto fue de lleno y tras el mismo me rompí la clavícula y la rueda delantera de la bicicleta quedó deforme e inservible.

El siguiente lunes 8 de mayo acudí a la clínica del IMSS que me corresponde haciendo uso de mi tarjetón, que había obtenido el día viernes 30 de enero de 1998, 19 años antes, el último día que trabajé en esa empresa de la maquiladora electrónica ubicada provisionalmente en la Zona Industrial, experiencia tan traumática que causaría tantos estragos en mi vida. Al observar mi tarjetón y ver la fotografía que me identifica, me llama la atención mi fisonomía y mi buena apariencia en aquel entonces, a escasos tres meses de cumplir 34 años.

A lo que quiero llegar es a que el día del accidente, hace 22 días, en el momento del impacto, la ciclocomputadora se desprendió de su base y hasta este momento no sé si se dañó. No sé si la experiencia que viví tiene repercusiones en la vida de otra persona, pero lo que sí parece quedar claro es que mi comportamiento respecto al avance del kilometraje es anómalo y patológico y es necesario terminarlo ya, de una vez y para siempre.

Ahora tengo un monitor de ritmo cardiaco (adquirido recientemente) que me permite medir el tiempo de ejercicio y por supuesto, la intensidad y podría ser el momento de tomar conciencia de que mi comportamiento no solamente ha sido patológico, sino también bastante peligroso y hacer algo para cambiar el modo como vivo.

Si para otra persona el acontecimiento tuvo algún tipo de repercusión, me importa en cuanto a que me gustaría saber en qué consistió, pero jamás lo voy a lamentar si le ocurrió algo malo.

domingo, 21 de mayo de 2017

Domingo 21 de mayo


Ayer sábado se cumplieron dos semanas del accidente y mi clavícula no da muchos problemas, de hecho pareciera como si tuviera una lesión menor, excepto porque tengo puesta la férula 24 horas diarias y tengo que dormir boca arriba. Tomando en cuenta que tengo dos años trabajando y después del primer año tuve seis días de vacaciones, discontinuos, estos días de inactividad parecerían tal, pero la verdad es que les he sacado poco provecho. Excepto por haber dormido mucho, el resto del tiempo lo he pasado metido en internet, principalmente en twitter o tratando de escribir en mi blog y el motor o la motivación subyacente en todo momento es el dolor de tantos agravios, el sufrimiento de tantísimos años, la injusticia en la que he vivido. Traté de leer una novela de Eduardo Sacheri, ‘Ser feliz era esto’, pero la verdad no despertó ningún interés en mí. La dejaré de momento y posiblemente en el futuro vuelva a retomarla.

Como mencionaba en una entrada reciente, el lunes pasado hablé con Leticia Martínez, una psicóloga a la que tengo en alta estima y la vi en consulta al día siguiente e inmediatamente me di cuenta de que tengo que cambiar el modo como vivo. He convertido mi existencia en un acto de venganza y he logrado pegarle fuerte a un cierto número de personas, lo cual está muy bien, pero es necesario dejar de hacerlo porque esa no es la solución a mis problemas y ese comportamiento me mantiene ‘enganchado’ en el sufrimiento por un pasado que mantengo vivo en lugar de dejarlo atrás y tomar de él la experiencia para convertirla en conocimiento, experiencia y sabiduría.

Mañana, lunes 22 de mayo deberé ir al IMSS a ver el asunto de mi incapacidad, esperando que esta termine para regresar a mi trabajo el próximo martes y al mismo tiempo llevar a cabo ese cambio en mi vida, dejar de contemplar un pasado lleno de violencia y dolor y en lugar de eso apreciar en mi presente la oportunidad de consolidar los esfuerzos que comencé hace muchos años buscando mi superación y mi realización. Ahora mi labor es de índole intelectual e involucra la traducción de un idioma a otro y conocimientos que me tomó mucho tiempo aprender.

Por otra parte, sufrí un accidente durante la práctica de actividad física, algo que comencé a hacer durante mi adolescencia y continúe de ahí en adelante como un mecanismo de evasión. Esto tiene un aspecto positivo bastante obvio: haberme mantenido lejos de las adicciones (al alcohol y a las drogas), pero al mismo tiempo, me ha mantenido una actitud vital un tanto mórbida pues ha ido aparejado de un estado mental supersticioso (no sé si debería llamarle así), en el que le atribuyo a mi desempeño deportivo (a lo que haga en mi bicicleta de carreras, específicamente al kilometraje recorrido) mi porvenir, sea algo positivo, o el desastre que pueda acontecer en un futuro a corto o mediano plazo.

También y no menos importante, le doy una gran importancia a mi apariencia física, intentando proyectar la imagen de un hombre sin sobrepeso que es un deportista serio, físicamente apto, atlético, pero que sus características como individuo no se limitan a sus cualidades físicas sino que también sobresale intelectualmente. He dedicado mucha energía a mantenerme en forma y de eso no me arrepiento, pero ahora que tengo más de 50 años y he hecho tan poco con mi vida (aún si hay una justificación), tengo que aprovechar más el tiempo de que dispongo para integrar las diferentes partes que componen mi vida y hacer algo con ella.

Es muy importante internalizar que estar al pendiente de las vidas de otras personas —de las vidas de mis hermanas y sus cónyuges, familiares, ‘amigos,’ conocidos, etc., — que me han hecho daño esperando que enfrenten consecuencias o que la vida se las cobre, así como vivir odiándolas, constituye un tremendo gasto de energía psíquica que necesito para plantearme objetivos y trabajar para conseguirlos.

Mi vida ha cambiado para bien en los últimos dos años, pero es necesario identificar lo que no está bien y corregirlo. Recordemos ese refrán en inglés que dice ‘Success is the best revenge.’

viernes, 19 de mayo de 2017

Decirle adiós al resentimiento, una explicación, segunda parte


Me parece que la situación actual de mi familia nuclear, lo que queda de ella, tres hijos (Mónica, Yolanda y yo) y nuestra madre de 75 años, es resultado natural (tal vez debería usar la palabra consecuencia) de más de medio siglo de existencia como familia disfuncional, lo que no significa que ello justifique todo lo que está mal.

Para terminar con el caso de Mónica, podríamos concluir diciendo que vive un matrimonio de aparente estabilidad porque los cimientos de esa unión son débiles y descansan en falsas creencias. Como sucede en las vidas de tantas personas, su religiosidad es solamente una ideología que los absorbe los fines de semana —específicamente el domingo— pero que usan como una bandera o un estandarte para ir por la vida proyectando la imagen que la sociedad en la que viven espera de ellos.

Mi hermana gemela ha estado casada durante más de 15 años y durante ese tiempo ha contado con estabilidad financiera y ya no corre peligro de ser descubierta como residente ilegal ni de ser expulsada de ese país del que ahora es ciudadana. Sin embargo, esas buenas condiciones no le han sido de provecho y conforme ha pasado el tiempo se ha llenado de rencor y de odio hacia su familia, específicamente hacia su hermano y hacia su madre, algo difícil de explicar porque el verdugo fue nuestro padre y las víctimas directas fuimos Óscar, quien escribe estas líneas, y con el paso del tiempo, Verónica, la hermana menor, fallecida hace once años.

Resultaría innecesario aclarar que no puedo predecir lo que va a suceder en el futuro, pero la debilidad de Mónica y su impotencia vital aunadas al carácter tóxico y venenoso de su cónyuge —a quien ella ve como un semidiós— constituyen un caldo de cultivo para un descenso a un infierno de vejez en una amalgama de confusión, violencia intrafamiliar y enfermedad mental del que no podrán escapar ella ni su cónyuge y como siempre, sus hijos serán víctimas inocentes.

¿Me equivoco? El tiempo lo dirá.

jueves, 18 de mayo de 2017

Un flashback


Fue posiblemente en 1984, que Mónica y yo teníamos 20 años, ella estudiaba su licenciatura en administración en la Universidad Hitleriana de Guadalajara y yo ingeniería en el Iteso. Yo iba al plantel por la tarde porque así era mi horario y mis padres habían salido de la ciudad. No sé dónde estaban mis hermanas menores Yolanda y Verónica, el caso es que dieron las 10 de la noche y yo todavía no llegaba a casa. Mónica se encontraba en compañía de su amiga Laura, que había egresado de la preparatoria femenil de la universidad antes mencionada y su mamá ‘Conchita’ y otras gentes que la verdad en este momento no recuerdo quiénes eran, y yo llegué unos minutos después de las 22:00 horas.

Mónica salió a recibirme a la cochera y me informó que la señora ‘Conchita’ y su hija Laura y el resto de la comitiva se hallaban en la sala esperando a que yo llegara para evitar irse y dejarla sola. Al escuchar semejante disparate (idiotez más bien) me enojé y le dije a Mónica que ni ella ni yo necesitábamos eso. Mi hermana me contestó preocupada por mi reacción que no me lo estaba diciendo para que me enojara. Me bajé del auto compacto que usaba (una Caribe, marca volkswagen, modelo 1980, color blanco) y procedí a ingresar en la casa. Al entrar me encontré en la sala al grupito de gentes y al frente de ellas a la vieja de nombre Conchita, madre de Laura.

“Rafael, decidimos quedarnos hasta que llegaras para no dejar a Mónica solita”.

No recuerdo que le contesté a esta vieja babosa, pero fue algo así como que a mi hermana no le iba a pasar nada si se quedaba sola y le agradecería mucho que se ocupara de sus asuntos y dejara de meterse en lo que no le importa.

Pues bien, vivíamos en una muy buena colonia en la que no había delincuencia y era vigilada 24 horas 365 días al año por la policía, en una casa que tenía reja y una puerta que se cerraba con llave y donde además había teléfono por cualquier eventualidad.

A esas gentes, la señora Conchita, su esposo y sus tres hijos (una hija y dos hijos) los habíamos conocido desde hacía muchos años y al llegar a Guadalajara, en 1978 volvimos a coincidir. La señora ‘Conchita’ y mi mamá supuestamente eran amigas, pero en realidad eran más amigas Conchita y mi papá, que pareció cambiar de género conforme fue avanzando su alcoholismo, pues comenzó a buscar más la compañía de las mujeres que de los hombres, particularmente la compañía de viejas chismosas como esta e incluso, muchos años más tarde, mi padre platicaría que ‘Conchita’ le pidió una vez que tuviera sexo con ella y se citaron, pero él ante la perspectiva de tener intimidad con una mujer tan fea, la dejó plantada.

Ahora mi hermana Mónica, después de muchos años de haberse alejado de Laura la tiene como amiga en Facebook.

Decirle adiós al resentimiento, una explicación, primera parte


En diciembre del año 2003 compré un libro que lleva por título “Once more with feeling”, las autoras son Michelle, Lisa, Sophie, Jewell, Tatiana, y Jennifer, un grupo de mujeres de las cuales las primeras cuatro ejercieron la prostitución en el área de Los Ángeles con los ricos y famosos y Joanne Parrent lo puso por escrito. Al terminar su relato, Jewell nos dice “siento mucha furia y resentimiento hacia mi familia y sé que esa furia no me permite continuar con mi vida de una manera productiva.”

Jewell nació en Beverly Hills en febrero de 1968, cuando yo contaba con tres años y 10 meses de edad y su vida ha sido mucho más difícil que la mía, pero me identifico con ella por lo que expresa esa línea en la que habla de furia y resentimiento, y el efecto invalidante que estos sentimientos tienen en su existencia. Esto viene al caso porque en una entrada reciente comenté lo que le dije a Leticia el pasado martes en consulta, que de pronto me di cuenta de que necesito cambiar el modo como estoy viviendo, deshacerme del resentimiento y el rencor y dejar de buscar hacerle daño a otras personas para poder disfrutar y sacar provecho de mis buenas condiciones de vida, y en este momento siento exactamente lo mismo, pero al mismo tiempo creo que todavía es necesario explicar el por qué de estos sentimientos, el por qué de todo este resentimiento y todo este rencor pues detrás de todo esto hay un enorme sufrimiento y no hay ningún miembro de mi familia que no haya contribuido a causarlo en mayor o menor grado. Desde luego, el principal responsable fue mi padre, del que quisiera deshacerme, expulsarlo de mi existencia, no sentir nada por él, no olvidarlo porque eso no es posible, sino contemplarlo como una parte negativa de la vida que ya desapareció y dejó sufrimiento y dolor pero también aprendizaje, como sucede con las tragedias y las catástrofes.

El caso de mi madre es un poco más complicado. Ella vive conmigo y en la actualidad tiene 75 años y no sé cuantos le quedan de vida. Los recuerdos del maltrato sistemático al que me sometió mi padre se presentan en mi mente cotidianamente y mi madre aparece ahí como una espectadora que teniendo la obligación de impedirlo, se cruza de brazos y en el mejor de los casos finge que no está pasando nada; en el peor de los casos participa activamente. Ella pudo haber logrado mucho si tan solo hubiera abierto los ojos y se hubiese opuesto activamente al juego destructivo y hubiese identificado la crueldad y el carácter sádico de su cónyuge, pero no lo hizo y el daño que eso causó parece irreparable y eso resulta difícil de perdonar y olvidar.

He hablado en entradas en este blog de mi hermana Mónica, que tiene mi edad y vive en Estados Unidos casada con un ciudadano de ese país y a esa mala mujer la detesto y si he de ser honesto tengo que admitir que le deseo que le suceda algo muy malo y su vida se convierta en una pesadilla. Muy independientemente de que sea una débil mental, la tipa me odia y para eso no encuentro ninguna explicación. Ya he dicho antes que admito no haber sido un buen hermano, pero tampoco fui terrible, simplemente fui un hermano con grandes deficiencias como lo son la mayoría de los hermanos varones y no tuve mucha conciencia de ello. Mónica tuvo cosas positivas como hermana, pero también cometió errores inexplicables y si fue poco inteligente y poco agraciada físicamente, eso no fue culpa mía en lo absoluto. Por otra parte, siendo mi hermana gemela ella no nació con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) ni con estrabismo divergente con un 35% de visión en un ojo, ni desarrolló en el curso de su vida un Trastorno límite de la personalidad (Borderline personality disorder) ni presentó problemas de aprendizaje que nunca se detectaron.

Mónica podría ser mucho más tonta de lo que parece. En realidad nadie que la haya conocido ha tenido jamás la impresión de haber tratado con una persona inteligente. Su desempeño en la escuela durante los años de enseñanza básica, media y media superior fue mediocre, tomando en cuenta el tiempo de estudio que le dedicó. Al llegar a la universidad eligió una licenciatura por demás absurda, ‘administración de empresas turísticas,’ (una de esas cochinadas que no sirven para nada) que concluyó y nunca ejerció. En 1990 se fue a Inglaterra a pasar un año en ese país donde se enamoró de Derrick Stansfield y en 1992 se fue a California. En 2001 nos sorprendió a los miembros de su familia con la noticia de que al final del año se casaría con un ciudadano estadounidense después de nueve años como residente ilegal y a mediados de 2003, cuando ella y yo acabábamos de cumplir 39 años pudimos conocer al tipo ese, un individuo manipulador, hipócrita, mal intencionado, maestro de la intriga y cobarde que vino a meterse a la casa donde yo vivía con mi madre habiéndole lavado el cerebro a su esposa títere convenciéndola de que su hermano era la persona más despreciable del mundo y haciéndola sentirse terriblemente avergonzada de tener un familiar como ese.

Esta mujer títere, que traiciona con tanta facilidad vive desde entonces como ama de casa criando a dos hijos demasiado jóvenes para tener padres de cincuenta y tantos años que por supuesto no tienen la menor conciencia de que su madre es una enferma mental. Ella es la que debería sentirse avergonzada por vivir muy devota de su religión que te pide que ames a Dios sobre todas las cosas, que honres a tus padres y que ames a tu prójimo y se la vive violentando a su madre, avergonzándose de un hermano que ha sobrevivido a una vida de violencia y la ha enfrentado lo mejor que ha podido y está casada con un individuo cobarde que se vale de una mujer para atacar a gente que no le ha hecho absolutamente nada.

Continuaré en entradas posteriores.

miércoles, 17 de mayo de 2017

El modelo vigente del éxito, camionetas town & country y estar a favor de la vida


Miro por la ventana pensando en que pese a hallarme en el interior de mi casa siento un gran estrés. Es muy poco lo que puedo ver, solamente una pequeña vista de la calle por la que pasan vehículos a más velocidad de la que debieran, la gran mayoría camionetas town & country. Estos armatostes motorizados son un símbolo de la decadencia en que vivimos, porque fueron diseñados para que los usaran gente que vive en el campo y en áreas rurales y suburbanas y no para que se usaran en las ciudades, pues ocupan mucho espacio y colapsan la vialidad en las urbes.

Cómprate una porquería de esas porque es parte del modelo vigente del éxito. Se te inculca desde la infancia, acudes a la escuela y tienes un buen aprovechamiento, serás profesional como tu padre, te casarás y tendrás hijos —si no lo hicieres se extinguirá la raza humana, habrase escuchado pendejada más grande— serás empresario o alto ejecutivo de una empresa importante y para que todos se enteren vivirás en una residencia en uno de los mejores fraccionamientos de tu localidad, ganarás mucho dinero, lo que se hará manifiesto en tu estilo de vida para lo cual, uno de los indicadores más importantes será la camioneta town & country que le comprarás a tu mujer en la que llevará a tus niños a la escuela y acudirá puntualmente a recogerlos y asistirá a todos sus eventos sociales, al igual que todas las viejas pendejas que componen su círculo de amistades.

¿Cuántas personas repiten el cliché ‘estoy a favor de la vida’ al oponerse a la interrupción del embarazo, por ejemplo? Así de sencillo. Y esas personas no se toman la molestia de averiguar cómo usar un vehículo grande y pesado contribuye a dañar el ambiente arrojando más gramos de bióxido de carbono (CO2) por kilómetro recorrido que si usaran un vehículo mediano o compacto.

Tengo a mis perritas adoptivas Chora y Clara correteando por el piso de abajo mientras escribo todo esto y en unos minutos deberé llevarlas a caminar y un evento tan sencillo me llena de angustia anticipatoria pues pienso en lo difícil que es caminar por calles que se angostan con vehículos muy anchos que circulan por ellos, mientras otros se encuentran estacionados en sus costados, muchos invadiendo las banquetas y entre los que van y vienen muchos lo hacen en sentido contrario.

Y regresando al modelo vigente del éxito, se te educa para que pases décadas trabajando para acumular bienes materiales mientras preparas a tus hijos para que en el futuro hagan lo propio y mientras te ocupas de tan absurda y estéril labor, la vida transcurre y te olvidas de vivirla. Cuando te retiras estás anciano, agotado y enfermo y miras hacia atrás y te das cuenta de que la única función que cumpliste fue dejar hijos que pasarán sus respectivas existencias haciendo las mismas pendejadas que tú hiciste, en lugar de vivir sus vidas.

Contribuiste a dañar los ecosistemas, pero siempre estuviste a favor de la vida. Valiente pendejada.

martes, 16 de mayo de 2017

Volver a ver a Leticia, después de seis años


Acercándose a los 46 años, Leticia sigue siendo una mujer muy bella, ahora en la edad madura. Mis circunstancias han cambiado mucho desde que la vi por última vez, aquel viernes 21 de enero de 2011 en condiciones tan difíciles en que las autoridades de esa unidad de Cruz Verde la obligaron a dejar de atenderme; de eso se trató parte de la consulta.

Le dije a esta linda dama que ayer, después de hablar con ella de pronto me di cuenta de que a pesar de lo mucho que han mejorado mis condiciones de vida, sigo sufriendo por la violencia en la que he vivido desde mi más temprana infancia, la cual se ha recrudecido durante mi vida adulta. Hice especial énfasis en el modo como he violentado a un cierto número de personas que me atacaron hace tiempo, gente de mi familia (como el esposo de mi hermana Mónica y ella misma; o David, el traidor que hace 19 años me arruinó; o mi hermana Yolanda y su cónyuge vividor o mi tío Paco que hace menos de tres años se quedó viudo, etc.,) y el hecho de que hacerle daño a esas personas me da una satisfacción que no puedo negar y no me arrepiento de mis actos, pero me mantiene atado al sufrimiento y no puedo superarlo y romper con ese pasado difícil y doloroso.

Leticia me pidió que dejara de decir palabras ofensivas, no porque estas lastimen sus oídos, sino porque me enganchan. Esto es algo para meditar. Siempre pensé que expresar lo que pienso era necesario y útil, pero según lo que me dice Leticia, seguir injuriando gente pudiera tener un efecto dañino, pudiera mantenerme en ese estado mórbido que me impide alejarme del dolor y disfrutar de las cosas positivas que definitivamente sí hay en mi vida.

Hace seis semanas, el sábado 1 de abril llegaron a esta casa dos perritas, Chora y Clara, madre e hija respectivamente. Las adopté a tres semanas del fallecimiento de mi perra Lola, que estuvo conmigo cerca de once años. Clara es una cachorra y como tal es traviesa, está llena de energía y rebosa alegría, pero pudiera no recibir toda la atención que requiere debido al malestar que siento que parece estar mermando mi vitalidad y amargando mi carácter. Evito sacarla a pasear durante las horas del día principalmente por el estrés que me provoca encontrarme con gente en la calle, sea en forma de peatones, automovilistas, motociclistas, ciclistas o como sea. Parezco ser un misántropo, parezco odiar al género humano. Hoy en la mañana salí de la cama antes de las seis y llevé a pasear a mis mascotas aprovechando el poco tráfico y la poca gente que deambula a esa hora.

A lo que quiero llegar es que tengo que encontrar la manera de ver lo positivo que hay en cada situación, en cada día, en cada hora, en cada momento de cada día, en lugar de dejarme abrumar por la parte difícil. Algo especialmente importante es que me he dado cuenta de que me resulta imposible sentir empatía por la mayoría de las personas, especialmente los pobres (si bien, los acaudalados me producen un rechazo y un desprecio mucho mayor) y eso es absolutamente inaceptable porque aparte de resultar inhumano, es irracional. Nadie es pobre porque haya elegido serlo, ni tiene un aspecto desagradable o es estúpido porque conscientemente haya elegido esa condición y es muy difícil que pueda ponerle remedio a eso. Yo viví muchos años en la pobreza y parece que esa experiencia no me ayuda a comprender a otros.

También le dije a Leticia que haber lastimado a las personas arriba mencionadas no resuelve mis problemas y quisiera detenerme y no hacerlo más, pero de ninguna manera me arrepiento y si pudiera retroceder el tiempo y deshacer lo que hice, definitivamente no lo haría.

Por lo pronto tengo que buscar algún tipo de terapia para poder zafarme de estos grilletes de rencor y odio. Esperemos que este ímpetu o inercia no desaparezca y esta vez sea definitivo.

lunes, 15 de mayo de 2017

Cita con la bella Leticia, y la necesidad de un cambio fundamental en mi existencia


Hoy por la mañana pude hablar finalmente con Leticia a la unidad de Cruz Verde donde la conocí hace más de ocho años, donde me atendieron hace nueve días, el sábado 6 de mayo que me accidenté. Esta dama, que se acerca a los 46 años es otra de las mejores personas que he conocido en mi vida y a quien no he visto en seis años. Al hablar con ella de pronto me doy cuenta de que mi posición ante la vida está totalmente errada, pues pese a que ahora mis condiciones son muy buenas, no las disfruto ni les saco provecho por estar sumido en el resentimiento e invertir energía en vengarme de quienes me han hecho daño. Anoche escribí varios tweets refiriéndome a David, el remedo de Judas Iscariote que me pegó por la espalda hace 19 años e incluso puse su foto en uno de esos tweets (tomada de Linkedin) y revisé lo que he puesto sobre él en twitter en tiempos pasados y me di cuenta de que le he hecho mucho daño. Curiosamente, no sentí satisfacción por eso, si bien debo confesar que tampoco siento ningún pesar.

Lo mismo sucede con mi hermana Mónica y su esposo gringo. Si ese maricón me buscó en la red social Quora es porque lo que escribí sobre él y su esposa les perjudicó seriamente. Indudablemente tengo la capacidad de afectar a otras personas y no soy enemigo pequeño, pero hacer esto me mantiene en la misma senda de sufrimiento, mi existencia sigue en soledad, poco productiva pese a que ahora trabajo, con poca satisfacción, sin relaciones personales, sin amistades, sin pareja y sin una actividad creativa.

Le pedí a Leticia una cita y finalmente mañana temprano veré a esta bella dama. Más que hacer un recuento de lo que ha sucedido en los últimos años y hablar de mis conflictos con otras personas, deberé expresarle esta idea; deberé hablarle de la necesidad de superar un pasado de violencia y sufrimiento y de vivir un presente de actividad creativa, de relaciones productivas, de sanación, habrá que dejar el infierno atrás y comenzar a mirar hacia adelante.

sábado, 13 de mayo de 2017

Interrogante sobre el trastorno límite de la personalidad, Elinor Greenberg


El motivo para escribir este blog fue enterarme de que padezco un trastorno de personalidad, el límite, también conocido como borderline.

El siguiente escrito ha sido tomado de la red social Quora, en el cual colabora Elinor Greenberg.


¿Desarrolla TLP una persona en la edad adulta, con el paso del tiempo?

Muchos terapeutas creen que el Trastorno límite de la personalidad comienza en la temprana infancia. Mahler, Pine y Bergman, en su libro The Psychological Birth of the Human Infant sugieren que comienza alrededor de los dos años y medio en la subfase de separación e individuación del desarrollo y ellos le dan el nombre “acercamiento”. U nombre más común para este periodo es “la terrible edad de los dos años”.

En la “subfase del acercamiento”, los niños se encuentran en conflicto entre querer ser más independientes y tomar más decisiones propias y necesitar acudir a sus padres para “reabastecimiento” emocional. Mucho puede salir mal durante este periodo, y se cree que frecuentemente situaciones que duran toda la vida comienzan aquí — aunque esta no sea la causa por sí misma.

Asuntos de abandono temprano

• La madre o el cuidador primario pudiera no estar disponible emocionalmente o no ser muy receptivo a las necesidades del niño.

• La madre o el cuidador primario pudiera no estar físicamente disponible. Ella pudiera estar trabajando, enferma y hospitalizada, en viaje de trabajo o preocupada por las necesidades de otros hijos.

• No hay seres queridos que sustituyan a la madre o al cuidador primario en la forma de familia extendida.

• Los padres podrían sentirse aliviados cuando el hijo se hace más independiente y se rehúsa a seguir dando reabastecimiento emocional de una forma acostumbrada que parecía necesaria porque ya no quieren tratar al hijo como si fuera un bebé. Frecuentemente escucho a los padres decir: “¡deja de actuar como si fueras un bebé!”

• Al padre o a la madre pudiera parecerle muy desagradable este periodo de la vida del hijo — los hijos frecuentemente se quejan, dicen “no” con mucha frecuencia y en ocasiones desobedecen de una forma de la que no se esperaría que lo hiciera un niño pequeño.

• El padre o madre pudiera apartarse emocionalmente porque él o ella se toma el comportamiento rebelde del infante de forma personal.

Niñez más tardía

La niñez temprana no nos da la imagen completa, por supuesto. Generalmente, también ocurren traumas de abandono tardíos. Algunas veces el infante se encuentra en cuidado tutelar o se deja al cuidado de parientes o se siente abandonado de alguna otra manera.

Los años de adolescencia

Muchos teóricos piensan que los años de la adolescencia son similares a “la terrible edad de los dos años” en el sentido de que hay un segundo ímpetu de independencia acompañado tanto de la necesidad de los padres, como de apartarlos.

Los adolescentes ahora ven a sus padres con un ojo más crítico, puede que rechacen sus puntos de vista, y recientan cualquier limitación que estos pongan a su libertad. Hay frecuentes peleas entre los padres y los adolescentes mientras ambos tratan de navegar a través de este difícil periodo.

En la temprana infancia los padres generalmente son considerados figuras similares a dioses, que todo lo saben. En los años de adolescencia, los padres son arrojados de su pedestal. Algunos padres toman esta situación de manera muy personal. Algunas veces no se dan cuenta de que el comportamiento rebelde de sus hijos y el cambio de querer dar gusto a sus padres a enfocarse en sus pares es en realidad algo bueno y un paso hacia adelante hacia convertirse en un adulto independiente.

Asuntos de envolvimiento: Algunos padres usan a sus hijos como un sustituto de la pareja o como compañía. El hijo es enlistado para ayudar al padre o madre a manejar sus emociones y resolver asuntos de vida del adulto, en lugar de permitir al hijo que sea tal, un hijo. Esto puede hacer sentir a los hijos que no tienen permiso o apoyo para crecer y convertirse en un adulto independiente. Pueden sentirse envueltos por las necesidades del padre y responsables del bienestar del padre o la made.

Abuso: Muchos de mis pacientes borderline experimentaron alguna forma de abuso sexual o físico. Una gran proporción de las mujeres reportaron haber sido violadas durante su adolescencia en citas o por extraños. Algunas mujeres fueron violadas por miembros de su familia. Estos traumas hacen empeoran todo lo que sucedió previamente (abandono, envolvimiento, abuso temprano).

Punto culminante: El trastorno límite de la personalidad comienza en la temprana infancia, se solidifica en la adolescencia y se desarrolla totalmente para cuando la persona se convierte en un adulto.

www.elinorgreenberg.com


viernes, 12 de mayo de 2017

Viernes 12 de mayo


A seis días del accidente en que me rompí la clavícula izquierda vuelvo a tomar el libro ‘Ser feliz era esto’ de Eduardo Sacheri, Editorial Alfaguara, del cual había leído unas cuantas páginas y lo retomo desde el principio. Tercera novela que leo de este escritor argentino (las anteriores, ‘El secreto de sus ojos’ y ‘La noche de la usina’). Por cierto, hoy por la mañana ordené en amazon.com dos novelas, ambas ganadoras del premio Alfaguara, que llegarán mañana (La invención del amor, de José Ovejero y Contigo en la distancia, de Carla Guelfenbein), que llegarán mañana; un obsequio para mi madre.

Fui al centro comercial cercano a la casa a comprar otra correa para poder pasear a mis mascotas, ahora que estoy lesionado y en una papelería compré una tabla periódica de los elementos para ponerme a estudiar química; la inactividad intelectual me está haciendo daño. He tratado de escribir en mi blog pero no ha sido posible, me he quedado en blanco.

En la red social Quora he encontrado información que casi me ha dado la seguridad de que además tener el trastorno límite de la personalidad (TLP), también soy Asperger y eso explica muchas cosas, pero no hace que mi existencia sea menos dolorosa. Mi pasado pesa una barbaridad y lo llevo a cuestas todo el tiempo, en todo momento, en todo lugar, esté haciendo lo que esté haciendo. En los últimos días, el gringo maricón que se casó con mi hermana Mónica ha ocupado mi mente, pero al mismo tiempo tengo que reconocer que me satisface haberlo lastimado como evidencia el hecho de que este pobre idiota haya puesto robots a visitar mi blog cotidianamente, quién sabe con qué objeto. Me imagino que ya se dio cuenta de que no va a conseguir su objetivo, sea este cual sea, reverendo pendejo.

Bueno, la protagonista de la novela es una adolescente de 14 años de nombre Sofía, su madre difunta se llamaba Laura Krupiwickz y el desconocido al que llega a buscar a un edificio de departamentos se llama Lucas Marittano, y es su padre.

Lucas parece ser bastante pendejo, se lleva a Sofía a tomar un café y unas medialunas (no sé qué es eso) a un negocio en la esquina más cercana y le informa que está casado. Este hombre se encuentra perplejo, su esposa se llama Fabiana y llegará de su trabajo en media hora.

Estoy dentro de mi casa entre la sala y las escaleras que conducen al piso de arriba. Mi mamá fastidió mi lectura durante 45 minutos al venir a prender la televisión, si bien no lo hizo con intención. Pese a hallarme dentro de casa, el estrés debido al tráfico me parece excesivo, pasan por la calle demasiados vehículos de motor, muchos de ellos pesados y más particulares. Peor aún son los que se quedan estáticos con el motor andando. Ayer vino un camión a surtirle gas a la casa que habitan Ricardo el pelón y su esposa Laura con sus tres hijas, gente detestable. Hace unas cuantas semanas les habían surtido el mismo insumo, seguramente hasta el tope, lo que significa que les suministraron 200 litros y los consumieron en muy poco tiempo. Esta gentuza es la que tiene mayor responsabilidad por el deterioro ecológico por sus altos consumos energéticos de gas, electricidad, gasolina, agua, etc., y me parece que a cambio lo único que producen es estiércol, de manera muy regular, eso sí.

Esta porquería de gente también tiene muchos automóviles, la señora tiene su camioneta town & country que consume una barbaridad de gasolina y produce muchos gramos de gasolina por kilómetro que recorre, además de ocupar una área muy grande y contribuir a colapsar la movilidad. El automóvil es posiblemente el símbolo más representativo de la decadencia actual. Es cierto que para muchas personas resulta necesario e incluso indispensable, pero para muchas otras no es más que un símbolo de estatus y es un objeto peligroso que en el mejor de los casos produce gases de efecto invernadero y colapsa la vialidad (con sus respectivas consecuencias); y en el peor causa lesiones graves, muchas veces irreversibles y muerte en accidentes en los que se ve involucrado.

No entiendo cómo es que tantos pendejos no se dan cuenta que poseer un objeto motorizado no les va a resolver un problema que radica en un vacío interno. Tu automóvil podrá valer una fortuna, tú sigues siendo un gusano insignificante y eso se hace extensivo a las posesiones materiales.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Diferencia entre rasgos obsesivos causados por TOC y rituales causados por Asperger


Lo siguiente fue tomado de la red social Quora, de una contribución del usuario Mark Thorneycroft, cofundador de Stavian Ltd


¿Cuál es la diferencia entre rasgos obsesivos causados por el Trastorno obsesivo compulsivo y el Asperger?

Hasta donde pude deducir y concluir al leer las descripciones de estas dos condiciones, me parece que las personas con TOC tienen problemas con las cosas irregulares indiscriminadamente, mientras que la obsesión de las personas con Asperger apunta a objetos relevantes y cercanos (objetos materiales cercanos u objetos de interés). Quisiera que alguien competente compartiera hechos propios sobre este tema.

En mi experiencia muchas personas confunden el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) con la perseveración (en condiciones del espectro autista) y las usan de forma intercambiable porque parecen comportamiento ‘obsesivo’. Gente con TOC experimentan temores que abarcan un rango de signos y síntomas:

Contaminarse o contaminar a otros.

Supersticiones - enfocarse en cosas que se consideran afortunadas o desafortunadas.

Temor a perder / no tener cosas que pudiera necesitar.

Obsesiones con orden y simetría.

Ideas religiosas o morales.

Temor de hacerse daño a sí mismo o a otros.

Pensamientos invasivos que son violentos o sexualmente explícitos.

‘Doble verificación’ excesiva de apagadores y cerraduras.

Acumulación de objetos inútiles.

Estar todo el tiempo al pendiente de otros para asegurarse de que estén bien.

Contar, golpetear o ejecutar otras acciones repetitivas.

En TOC, el comportamiento obsesivo provoca angustia a la persona; esta no quiere realizarlo pero se siente obligada y no puede detenerse. Invariablemente desea ayuda para encontrar equilibrio y una ‘normalidad’.

Sin embargo, la perseveración abarca un rango mucho más amplio de comportamientos e intereses. En la perseveración, el comportamiento no es angustiante sino más bien tiene un propósito y proporciona orden y tranquilidad.

Mi manera de entender y explicar la perseveración (y sus diferencias con TOC) es que el cerebro es un pronosticador que constantemente busca en el futuro anticipar lo que es probable que suceda. Evitar la angustia y tratar de darle sentido al mundo significa que tenemos que predecir lo que podría ocurrir a continuación o lidiar con nuevas situaciones conforme surgen usando nuestra experiencia previa. También debemos ser capaces de comprender cómo otras personas piensan y sienten. Gente con condiciones del espectro autista frecuentemente tienen gran dificultad para hacer estas cosas porque tienen problemas con la imaginación. En su lugar confían en rutinas perseverativas, o se enfocan en intereses especiales para darle sentido a su mundo mediante la invariabilidad

En última instancia, las personas con TOC experimentan ansiedad y angustia como resultado de su comportamiento, mientras que las personas que perseveran lo hacen para obtener orden y bienestar.

martes, 9 de mayo de 2017

De clavículas fracturadas, un primer empleo, el imss y círculos que se cierran


Siendo un adolescente algo me motivó a convertirme en un deportista, a mis 53 años no sé qué fue, pero sea lo que sea, lo agradezco mucho.

A los veintitantos años, después de un número indeterminado de años como corredor (que comenzaron en 1980 cuando yo tenía 16) me convertí en un ciclista y ese es el deporte que más he practicado, el que más he disfrutado y al que más le debo. También he sufrido mis reveses, como un 28 de septiembre de 1993, que teniendo 29 años en la carretera a Colotlán, corriendo cuesta abajo perdí el control y salí de la carretera y en un estrellón me rompí la clavícula derecha. Fractura simple, pasarían seis semanas para que el hueso sanara. El accidente no fue grave, pero estuvo acompañado de sucesos importantes, mi hermana Yolanda se había casado un mes antes y como parte del evento yo había visto a una prima hermana, lo que tuvo como resultado que regresara a la universidad a intentar terminar mi licenciatura en ingeniería.

Menos de dos años después, un sábado 15 de julio de 1995, con 31 años de edad, regresando del mismo rumbo (carretera a Colotlán) pero ya dentro de la ciudad, en Av. Vallarta, choqué contra un automóvil y volví a romperme la clavícula derecha, además de los ligamentos del hombro. Este accidente tampoco fue grave, pero se presentó en el año más difícil de toda mi vida; había fallado por segunda vez en la universidad y mi vida parecía acabada. Al concluir ese año, 1995, enfrentaría una crisis que casi terminaría con mi existencia.

A mediados de noviembre de 1997, David, el infame hijo de puta me contrató para trabajar en una empresa de la maquiladora electrónica que iba llegando a Jalisco. Todas esas compañías son una auténtica basura, pero esta, AVEX Electronics de México, que después se convertiría en Benchmark, se convertiría en una de las peores, de la crema y nata de la porquería. Como quiera que fuera, que David me expulsara fue uno de los eventos más dañinos de toda mi existencia.

Viene al caso porque el viernes 30 de enero de 1998 fui a la clínica que me corresponde de acuerdo con mi domicilio (que sigue siendo el mismo) y llegué al trabajo (en la zona industrial) unas dos horas más tarde de la hora habitual. Conforme pasaron las horas fue creciendo el malestar por el modo como me había tratado durante los últimos días el traidor cobarde hijo de puta que era mi jefe (el gerente de ingeniería) a quien yo había considerado mi amigo y aun así yo no imaginaba que ese sería mi último día de trabajo, y el inicio de otro infierno en vida.

Al salir me dirigí a casa y al llegar traté de comunicarme por teléfono con la mujer que era mi pareja, al día siguiente sería su cumpleaños. Ella también tenía problemas de salud mental y yo me hallaba en una crisis. Al día siguiente vi en consulta al que era mi psiquiatra, Flavio Miramontes, un tipo de plano muy inútil y el siguiente lunes decidí presentar mi renuncia, que era lo que quería el traidor David Iturbe Gutiérrez.

Pues 19 años más tarde, cuando finalmente he hecho uso de la clínica del imss que me corresponde para tramitar una incapacidad, debida a una fractura de clavícula se ha cerrado otro círculo gigantesco.

Los acontecimientos suceden y no hay nada que nadie pueda hacer para impedirlo.

Accidente ciclista, una clavícula rota y una incapacidad


El pasado sábado tomé mi bicicleta de carreras y después de pedalear unos minutos sobre rodillos, salí a continuar mi sesión de ciclismo en el circuito Lomas Altas - Paseo de la Cañada, que involucra bastante subida y por consiguiente mucho esfuerzo muscular y aeróbico. Llevaba unas cuantas vueltas, había alcanzado la cifra 1000 km en el odómetro de mi ciclo-computadora (que había borrado en marzo, poco antes de que muriera Lola, mi querida perra) y cuando recorría el tramo que comprendía Paseo de la Cañada, un idiota se bajó de la banqueta sin fijarse y no pude evitar chocar con él. El impacto fue tremendo, cuando me di cuenta me hallaba sobre duro y ardiente piso de adoquín (aproximadamente a las cinco de la tarde), sangrando por una oreja, con la rueda delantera deformada por el impacto y la clavícula izquierda fracturada.

Las siguientes horas fueron de andar recorriendo centros de atención médica de urgencia enfrentando situaciones de frustración, pues al llegar a la Unidad de Cruz Verde Las Águilas (haciendo uso del servicio de traslado Uber) nos encontramos con que estaba siendo remodelada y no había traumatólogo en ese momento (eran aproximadamente las 19:20 h y el siguiente médico de esa especialidad llegaría a las 20:00 horas y probablemente comenzaría a laborar hasta quince minutos más tarde). Cuando llegó sucedió que atendería primero a pacientes más graves y muy enojado obtuve información de mi seguro de gastos médicos mayores y me dirigí con mi madre a un hospital privado en la Col. Chapalita. Ahí se me informó que tendría que pagar la atención que la aseguradora ‘probablemente’ me reembolsaría y muy molesto (enojado más bien) decidí no aceptar esa atención. Le hablé por teléfono entonces a mi amiga Laura y ella me informó que me podían atender en otra unidad de Cruz Verde, en el municipio de Guadalajara y ahora en un taxi nos dirigimos al rumbo de la central camionera vieja. Ahí se me atendió inmediatamente de forma excelente, incluso me puse en contacto con mi amigo Alfonso que vive por ahí que nos acompañó al salir a un cajero Bancomer y mi madre y yo regresamos a casa haciendo uso de Uber nuevamente.

El día siguiente, domingo fue bastante difícil pues estaba lesionado y parecía complicado siquiera tomar un baño. Sabía que al día siguiente debería ir al Instituto Mexicano del Seguro Social a tramitar mi incapacidad y preveía una seria dificultad, pues había intentado darme de alta por medio de internet y no fue posible, pues mi CURP tiene mal mi apellido materno.

Ayer lunes me dirigí por la mañana (no muy temprano) a la unidad que me corresponde y se me informó que tenía que cambiar el tarjetón que obtuve a principios de 1998, cuando me di de alta en el IMSS, mientras me hallaba trabajando en esa inmunda empresa de la maquiladora electrónica de la que me expulsó David, el remedo de Judas Iscariote pegándome por la espalda. Continuaré más adelante con esta idea y con el simbolismo que encierra.

Regresé a casa y dormí un poco. Más tarde, poco después de las 13:00 horas volví a dirigirme a esa clínica del IMSS y al llegar tomé mi lugar en la fila para cambiar mi tarjetón por uno nuevo, pero la atención se interrumpió porque las computadoras se quedaron sin sistema. Unos 20 minutos más tarde me acerqué a una de las ventanillas a pedir orientación y una señorita amablemente me informó que con ese tarjetón que tengo, con fecha 30 de enero de 1998 y con mi credencial de elector me podían atender. Sintiendo un gran alivio, me dirigí al consultorio que me correspondía y obtuve la atención (que fue muy buena) y mi incapacidad y con ella me dirigí a la empresa en la que trabajo inmediatamente.

Esa primera experiencia me había sorprendido favorablemente, pero todavía me esperaba otra. Al entregar mi incapacidad, el personal de recursos humanos, específicamente el personal de nómina (a quienes yo solamente conocía de vista y de quienes no tenía una buena opinión) se portaron muy amables conmigo y me hicieron sentir bien. Tengo la costumbre de ponerme en el peor de los escenarios y esta vez obtuve una lección agradable y provechosa.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Sobre mi hermana Mónica, y su esposo gringo


Observando la cuenta de Facebook de mi hermana Mónica, lo que puede verse por afuera, veo que sus ‘amigos’ le ponen comentarios en sus fotos en las que le dicen que es muy bonita, algo que definitivamente no es cierto, mentiras piadosas. Me llama mucho la atención el énfasis en poner esa afirmación y con mi capacidad para deducir —o mi imaginación— saco como conclusión que mi hermana tuvo una crisis cuando se enteró de lo que escribí en la entrada de este blog con fecha 2 de diciembre de 2016 en la que entre otras cosas afirmo que su esposo se casó con una mujer fea. Ya antes les había hecho llegar esta idea —algo que no parecía necesario por ser demasiado obvio— y a Mónica le duele muchísimo.

El hecho es que Jeffery Alan Jung, el reverendo hijo de puta, antes de conocerme, en los días anteriores a su visita en junio de 2003, convenció a mi hermana de que yo era the scum of the earth y la perversa idiota se lo creyó. Me parece que tiene lógica pensar que ese gringo malnacido le ha metido en la cabeza durante todos estos años que ella es una víctima y yo soy el victimario, cuando el victimario fue nuestro padre y Mónica fue una víctima menor, si acaso.

Esto me trae a la mente a mi otra hermana, a Yolanda, que hizo alianza con nuestro monstruoso padre y nunca la rompió, de hecho fue la única de los tres hijos que quedábamos que estuvo con él cuando este murió. Yolanda no nada más cerró los ojos ante el hecho de que nuestro padre era una persona de lo peor, sino que además hizo creer a otros que nuestro padre era una víctima (por lo menos en cierta medida) y que yo era un victimario. Me parece muy probable que haya hecho eso con gente como mi tía Susana y mi tío Paco, de quienes he hablado antes en este blog. De ahí el comportamiento de este señor Francisco Mendoza González, ahora anciano, pendejo desde siempre que parece tener una homosexualidad soterrada y muy probablemente estuvo enamorado de mi infame padre.

Volviendo a Mónica y sobre todo a su esposo Jeffery, si la salud mental de ella sigue cuesta abajo, ese hijo de puta podría enfrentar consecuencias muy graves por el daño que ha hecho, podría tener que enfrentar una situación en la que tuviera que educar solo a sus hijos sin la ayuda de una esposa o peor aún, con una enferma mental como cónyuge. La vida da tantas vueltas.

Miércoles 3 de mayo


Ayer martes fue un día difícil. Había dormido poco y mal durante la noche debido a un malestar estomacal muy intenso y al comenzar el turno laboral, antes de las siete de la mañana fui a enfermería y la atención que recibí no me sirvió, por lo que regresé un poco más tarde y le expliqué a la enfermera que desde el viernes traía un malestar que parecía ser colitis. Entonces esta señora me dio un medicamento (ciprasida), que la verdad no sé si me sirvió para algo, pareció quitarme el malestar en cierta medida y me comí mi lonche de atún con dos tazas de café alrededor del medio día. Poco más tarde volví a sentirme mal y esto en combinación con el déficit de sueño convirtió la jornada en un evento doloroso. A las 14:30 horas me tomé mis 60 minutos destinados a la comida, pero no me dirigí al comedor, sino que me quedé en la salita de mi edificio y dormí unos cuarenta minutos. Se supone que no debemos hacer esto (dormir), pero la directora de mi departamento es inteligente y tolerante, sabe que nuestra jornada de trabajo es larga y en ocasiones difícil.

Al llegar a la casa me sentía extremadamente cansado y seguía sintiendo ese acusado malestar por lo que decidí no comer nada y una vez que llegó la hora de irme a la cama, pensé en la posibilidad de tomarme el día siguiente como descanso. Acabo de cumplir dos años en mi empleo y vuelvo a generar vacaciones y un día de descanso era exactamente lo que necesitaba.

Le hablé entonces a mi jefa directa, a Esmeralda y le comenté que me hallaba indispuesto y le pedí el día y ella accedió de buena gana. El día de hoy me dirigí en la mañana a un centro comercial donde compré Omeprazol en la farmacia y café en Walmart. Mi madre, mi osito dormilón tenía razón y su atención fue más competente que la de la enfermera de la empresa en la que trabajo. Al regresar desayuné y después me fui a pasear a mis perritas Chora y Clara, que el pasado lunes cumplieron un mes en casa.

Ayer martes me sentí abrumado en parte por la incompetencia de la enfermera que me atendió en la empresa —la incompetencia de una gran parte del personal es cosa muy seria, especialmente de gente de recursos humanos— y me sentí peor cuando al salir de trabajar, a una corta distancia de mi lugar de trabajo tuve que bajarme de la banqueta porque una patrulla de la Secretaría de Vialidad y varios vehículos de compañías aseguradoras y dos vehículos chocados habían sido subidos a la misma para que no obstaculizaran el paso de los vehículos de motor por la calle, sin importar que los peatones tuviéramos que bajarnos de la banqueta. Al pasar se lo dije a uno de los oficiales de la Secretaría de Vialidad (que era del sexo femenino), que me contestó muy enojada ‘¿y que quiere, hubo un choque?’
La autoridad haciendo eso. Eso es México, mi país es un estado fallido, donde todo se hace mal, en este caso se pone en peligro al peatón para beneficiar a quienes circulan en vehículos de motor. En fin.

Lo importante es que hoy me siento bien y le quedan dos jornadas a la semana laboral. Mañana y el viernes la oficina va a estar casi vacía. La gente de Transferencias de Tecnología y de Formulaciones, junto con la Directora del departamento y dos personas de Documentación van a acudir a un curso, lo que significa que vamos a estar unas cuatro o cinco personas en una oficina donde normalmente trabajamos más de 20.

Tengo intenciones de platicar con Silvia, la directora de mi departamento sobre asuntos de la empresa que se ven bastante mal, varios de ellos tienen que ver con el servicio de comedor, otros con lo mal que trabaja la gente del departamento de recursos humanos. Me he dado cuenta de que tengo una manera de enfocar los problemas en la que en el fondo el diagnóstico es correcto, pero el modo es demasiado duro, tal vez demasiado emocional y eso pudiera ser perjudicial a la larga, para mí.
Ya tengo 53 años y estoy en la mejor situación de toda mi vida, es necesario madurar y aprovechar esta oportunidad.