jueves, 18 de mayo de 2017

Decirle adiós al resentimiento, una explicación, primera parte


En diciembre del año 2003 compré un libro que lleva por título “Once more with feeling”, las autoras son Michelle, Lisa, Sophie, Jewell, Tatiana, y Jennifer, un grupo de mujeres de las cuales las primeras cuatro ejercieron la prostitución en el área de Los Ángeles con los ricos y famosos y Joanne Parrent lo puso por escrito. Al terminar su relato, Jewell nos dice “siento mucha furia y resentimiento hacia mi familia y sé que esa furia no me permite continuar con mi vida de una manera productiva.”

Jewell nació en Beverly Hills en febrero de 1968, cuando yo contaba con tres años y 10 meses de edad y su vida ha sido mucho más difícil que la mía, pero me identifico con ella por lo que expresa esa línea en la que habla de furia y resentimiento, y el efecto invalidante que estos sentimientos tienen en su existencia. Esto viene al caso porque en una entrada reciente comenté lo que le dije a Leticia el pasado martes en consulta, que de pronto me di cuenta de que necesito cambiar el modo como estoy viviendo, deshacerme del resentimiento y el rencor y dejar de buscar hacerle daño a otras personas para poder disfrutar y sacar provecho de mis buenas condiciones de vida, y en este momento siento exactamente lo mismo, pero al mismo tiempo creo que todavía es necesario explicar el por qué de estos sentimientos, el por qué de todo este resentimiento y todo este rencor pues detrás de todo esto hay un enorme sufrimiento y no hay ningún miembro de mi familia que no haya contribuido a causarlo en mayor o menor grado. Desde luego, el principal responsable fue mi padre, del que quisiera deshacerme, expulsarlo de mi existencia, no sentir nada por él, no olvidarlo porque eso no es posible, sino contemplarlo como una parte negativa de la vida que ya desapareció y dejó sufrimiento y dolor pero también aprendizaje, como sucede con las tragedias y las catástrofes.

El caso de mi madre es un poco más complicado. Ella vive conmigo y en la actualidad tiene 75 años y no sé cuantos le quedan de vida. Los recuerdos del maltrato sistemático al que me sometió mi padre se presentan en mi mente cotidianamente y mi madre aparece ahí como una espectadora que teniendo la obligación de impedirlo, se cruza de brazos y en el mejor de los casos finge que no está pasando nada; en el peor de los casos participa activamente. Ella pudo haber logrado mucho si tan solo hubiera abierto los ojos y se hubiese opuesto activamente al juego destructivo y hubiese identificado la crueldad y el carácter sádico de su cónyuge, pero no lo hizo y el daño que eso causó parece irreparable y eso resulta difícil de perdonar y olvidar.

He hablado en entradas en este blog de mi hermana Mónica, que tiene mi edad y vive en Estados Unidos casada con un ciudadano de ese país y a esa mala mujer la detesto y si he de ser honesto tengo que admitir que le deseo que le suceda algo muy malo y su vida se convierta en una pesadilla. Muy independientemente de que sea una débil mental, la tipa me odia y para eso no encuentro ninguna explicación. Ya he dicho antes que admito no haber sido un buen hermano, pero tampoco fui terrible, simplemente fui un hermano con grandes deficiencias como lo son la mayoría de los hermanos varones y no tuve mucha conciencia de ello. Mónica tuvo cosas positivas como hermana, pero también cometió errores inexplicables y si fue poco inteligente y poco agraciada físicamente, eso no fue culpa mía en lo absoluto. Por otra parte, siendo mi hermana gemela ella no nació con trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) ni con estrabismo divergente con un 35% de visión en un ojo, ni desarrolló en el curso de su vida un Trastorno límite de la personalidad (Borderline personality disorder) ni presentó problemas de aprendizaje que nunca se detectaron.

Mónica podría ser mucho más tonta de lo que parece. En realidad nadie que la haya conocido ha tenido jamás la impresión de haber tratado con una persona inteligente. Su desempeño en la escuela durante los años de enseñanza básica, media y media superior fue mediocre, tomando en cuenta el tiempo de estudio que le dedicó. Al llegar a la universidad eligió una licenciatura por demás absurda, ‘administración de empresas turísticas,’ (una de esas cochinadas que no sirven para nada) que concluyó y nunca ejerció. En 1990 se fue a Inglaterra a pasar un año en ese país donde se enamoró de Derrick Stansfield y en 1992 se fue a California. En 2001 nos sorprendió a los miembros de su familia con la noticia de que al final del año se casaría con un ciudadano estadounidense después de nueve años como residente ilegal y a mediados de 2003, cuando ella y yo acabábamos de cumplir 39 años pudimos conocer al tipo ese, un individuo manipulador, hipócrita, mal intencionado, maestro de la intriga y cobarde que vino a meterse a la casa donde yo vivía con mi madre habiéndole lavado el cerebro a su esposa títere convenciéndola de que su hermano era la persona más despreciable del mundo y haciéndola sentirse terriblemente avergonzada de tener un familiar como ese.

Esta mujer títere, que traiciona con tanta facilidad vive desde entonces como ama de casa criando a dos hijos demasiado jóvenes para tener padres de cincuenta y tantos años que por supuesto no tienen la menor conciencia de que su madre es una enferma mental. Ella es la que debería sentirse avergonzada por vivir muy devota de su religión que te pide que ames a Dios sobre todas las cosas, que honres a tus padres y que ames a tu prójimo y se la vive violentando a su madre, avergonzándose de un hermano que ha sobrevivido a una vida de violencia y la ha enfrentado lo mejor que ha podido y está casada con un individuo cobarde que se vale de una mujer para atacar a gente que no le ha hecho absolutamente nada.

Continuaré en entradas posteriores.

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