Mi bicicleta de carreras había estado vuelta hacia arriba sin las ruedas y hoy en la mañana decidí armarla. Le coloqué la rueda trasera y ante la imposibilidad de colocarle la rueda delantera (deforme por el golpazo que recibió) tomé la de la otra bicicleta, que dejé de usar a finales de octubre pasado y se la coloqué. Después fui a la tienda de bicicletas de mi amigo Hugo por el rumbo de Los Cubos y para mi sorpresa ese rin delantero sí puede repararse. Regresé a casa poco después de la una de la tarde y después de ingerir mi avena dormí un poco. Mi mascota Chora —perrita de unos tres años de edad que llegó a esta casa con su hija Clara en calidad de adoptivas hace ocho semanas— me despertó y bajé a la sala como a las 2:40 pm. Mi madre veía las noticias en la televisión y de pronto apareció una nota sobre el seguro social (IMSS). Recordé entonces que tenía que llamar a esa institución para hacer mi cita para el próximo jueves 1 de junio, último día de incapacidad y así lo hice. Le debo un favor a mi linda mascota.
Más tarde tomé mi monitor de ritmo cardiaco (nombre complicado, en otras latitudes se le conoce como pulsómetro) con su instructivo y finalmente logré ponerle la hora y la fecha. Después de esto subí a mi habitación y me puse mis prendas de ciclismo y coloqué el monitor en el manubrio de la bicicleta, y el sensor en el pecho. Entonces hice una sesión de pedaleo sobre rodillos de 50 minutos en la que sudé abundantemente y después de la cual sentí que mi vida estaba otra vez en equilibrio.
El socket de la ciclocomputadora se encuentra todavía en el centro del manubrio, pero no pienso volver a usar ese dispositivo, por las razones expresadas en la entrada anterior. Este periodo alejado del trabajo deberá servirme para identificar lo que está mal conmigo para modificar mi comportamiento y el modo como vivo.
Todavía estoy a tiempo y lo mejor está por venir.
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