Entonces comenzó el ritual de dedicar un tiempo indeterminado al pedaleo, que registraba en cada ocasión en un cuaderno anotando la fecha y el kilometraje recorrido, mismo que se acumulaba y tomaba nota semanal, mensual y anualmente; todo esto parte de mi comportamiento característico acorde con mi personalidad y el modo como vivo.
A finales de abril de 2015 comencé a trabajar en el empleo que tengo actualmente y dejé de hacer anotaciones en mi cuaderno en relación con el avance del kilometraje pensando que si lo hacía, se precipitaría algún acontecimiento desafortunado, cosa que por supuesto no tenía ningún sentido. Tiempo después continué con la costumbre de anotar el avance del kilometraje recorrido ―el odómetro― y en algún momento llegó a 17 mil kilómetros.
Mi perra Lola, hija de Greta (Border Collie de raza pura, fallecida en abril de 2011) se enfermó de cáncer y su deceso se dio muy rápidamente, lo cual fue afortunado porque no sufrió mucho. Un domingo en marzo de este 2017, cuando me preparaba para salir en mi bicicleta Cannondale, Lola subió a mi habitación y me acompañó unos minutos. Poco más tarde salí de la casa y a unos tres kilómetros de la casa noté que la ciclocomputadora no estaba marcando nada. Me detuve y bajé de la bicicleta e hice lo que se me ocurrió para hacerla funcionar. Después de varios intentos logré echarla a andar e hice un recorrido de unas cuantas decenas de kilómetros. Al llegar a casa se me ocurrió borrar toda la información del dispositivo, cuya lectura era superior a los 17100 km. Tomando en cuenta que el kilometraje había comenzado a acumularse en septiembre de 2014, era bastante modesto.
Volvimos a cero, o como dice el dicho ‘borrón y cuenta nueva’. En los días que siguieron no toqué mi bicicleta porque me sentí triste y deprimido. Mi perra Lola, que había estado conmigo los últimos 10 años y ocho meses murió el viernes 10 de marzo y una vez que me hice cargo de sepultarla retomé mi actividad deportiva. El kilometraje volvió a incrementarse a partir de cero y continuó así durante lo que quedaba de marzo, abril y principios de mayo.
El sábado seis de mayo decidí lavar parte de mi ropa sucia en el lavadero (porque la lavadora no sirve) y en eso se me fue parte de la mañana. Mi madre preparó la comida y teniendo planes para salir a ejercitarme en mi bicicleta decidí comer y dejar el entrenamiento para más tarde y así se lo hice saber, pero cambié de opinión y subí a cambiarme de ropa y a hacer una sesión de 20 o 30 minutos en rodillos. Después de esto, salí a la calle y me dirigí a mi circuito Lomas Altas - Paseo de la Cañada. La lectura de la ciclocomputadora andaba por los 980 kilómetros, lo que significaba que sumándole el kilometraje anterior, ya rebasaba los 18000. No sé bien qué distancia llevaba recorrida, pero al pasar por un tramo de Paseo de la Cañada, un peatón estúpido se bajó de la banqueta sin fijarse y me lo encontré sin poder hacer nada para evitar chocar con él. El impacto fue de lleno y tras el mismo me rompí la clavícula y la rueda delantera de la bicicleta quedó deforme e inservible.
El siguiente lunes 8 de mayo acudí a la clínica del IMSS que me corresponde haciendo uso de mi tarjetón, que había obtenido el día viernes 30 de enero de 1998, 19 años antes, el último día que trabajé en esa empresa de la maquiladora electrónica ubicada provisionalmente en la Zona Industrial, experiencia tan traumática que causaría tantos estragos en mi vida. Al observar mi tarjetón y ver la fotografía que me identifica, me llama la atención mi fisonomía y mi buena apariencia en aquel entonces, a escasos tres meses de cumplir 34 años.
A lo que quiero llegar es a que el día del accidente, hace 22 días, en el momento del impacto, la ciclocomputadora se desprendió de su base y hasta este momento no sé si se dañó. No sé si la experiencia que viví tiene repercusiones en la vida de otra persona, pero lo que sí parece quedar claro es que mi comportamiento respecto al avance del kilometraje es anómalo y patológico y es necesario terminarlo ya, de una vez y para siempre.
Ahora tengo un monitor de ritmo cardiaco (adquirido recientemente) que me permite medir el tiempo de ejercicio y por supuesto, la intensidad y podría ser el momento de tomar conciencia de que mi comportamiento no solamente ha sido patológico, sino también bastante peligroso y hacer algo para cambiar el modo como vivo.
Si para otra persona el acontecimiento tuvo algún tipo de repercusión, me importa en cuanto a que me gustaría saber en qué consistió, pero jamás lo voy a lamentar si le ocurrió algo malo.
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