sábado, 30 de diciembre de 2017

La última cita del año con esa bella psiquiatra


La siguiente cita con esa psiquiatra, de la que no soy su paciente, no se llevó a cabo en su consultorio, sino en un lugar público. Al llegar, esta mujer se sentó frente a mí y ordenó un té, algo que me desagradó; no pudo pensar en una bebida menos apetecible. Ella me preguntó cómo estaba y yo le hice saber que ese tipo de preguntas me molestan porque para mí son un cliché, carentes de sentido, que se hacen solamente por costumbre.

– Si hablamos de costumbres, la de usted es seducir a sus psicólogas – me dijo ella. Comprendí entonces que de alguna manera había investigado mis antecedentes, o mejor dicho, le había pagado a alguien para que lo hiciera.

–¿Eso le molesta a usted? –, pregunté sin sentirme realmente molesto. Denisse me respondió que no, pero que quería saber más bien por qué me había involucrado con varias de las psicólogas que me habían atendido en los últimos diez años. Yo no respondí a su pregunta, me quedé en silencio y no dije absolutamente nada.

Denisse parecía esperar que yo rompiera el silencio y así lo hice, no tanto por darle gusto, sino por hacer que se sobresaltara un poco.

– Supongo que ya se enteró que Juan está en la cárcel – le dije.

Denisse no pudo ocultar su asombro y evitó las preguntas innecesarias y absurdas como “¿quién?”, “¿de qué me habla?” y mirándome fijamente me preguntó cómo sabía que ella y ese médico se conocían.

– Si alguien puede investigarme, no hay nada que me impida hacer otro tanto –, respondí. Sé que su hermano el médico que ha incursionado en el sindicato de trabajadores de la universidad, y Juan fueron compañeros de estudios y en el hospital escuela donde ambos cursaron sus respectivas especialidades. Le pregunté entonces si aceptaba la corrupción como algo válido y esta interrogante sí le molestó. Me miró muy seria, diciéndome que la estaba ofendiendo.

– Bueno, usted fue muy directa conmigo – le dije, – y no veo ninguna razón para que yo no lo sea con usted.

Este asunto de la honestidad resulta de lo más importante. Observando a esta mujer, he llegado a darme cuenta de que va por la vida con la pretensión de ser una persona muy correcta. Aquella tarde que pasamos muchas horas juntos, en una proximidad difícil de explicar entre dos desconocidos – quiero decir, abrazados, tendidos en un sofá – Denisse me habló de la estricta disciplina que observa en el ejercicio de su profesión, en sus actividades diarias, incluso de su régimen alimenticio.

“¿Es usted congruente con sus altos estándares?”, hubiera querido preguntarle. El que hayamos llegado a un contacto físico tan cercano siendo prácticamente desconocidos sembraba duda razonable.

– Creo que tu pregunta surge de que te sientes celosa, Denisse – le dije. Para mi sorpresa ella no mostró la menor señal de inquietud y sonriendo me preguntó: ¿ha llegado el momento de tutearnos?

Unos veinte minutos más tarde, nos hallábamos otra vez tendidos y envueltos en un abrazo (esta vez en un lecho, es decir, en una cama). En la habitación había una sola luz encendida, la de una lámpara y en la penumbra Denisse percibió mi sonrisa.

– ¿Qué te divierte tanto? – me preguntó esta bella mujer, ahora mi amante.

– Pienso en la familia de tu paciente, seguramente no te contrataron para esto – respondí.

– No tienen por qué enterarse – respondió Denisse.

Y así pasaron muchas horas.

miércoles, 20 de diciembre de 2017

Pensamientos diversos en una tarde de miércoles


Estás en una buena situación, tienes un empleo con una remuneración que te permite ser autosuficiente y mantener a tu madre. Al mismo tiempo, le has demostrado a muchas personas que tienes habilidades poco comunes, que eres responsable, confiable y que tienes una preparación académica muy sólida. En algunas personas eso ha provocado admiración, en otras ha provocado envidia y a para tus enemigos ha sido una calamidad.

Deja de sufrir por situaciones que están fuera de tu control y sé feliz con las cosas buenas que hay en tu vida.

Duermo en una cama tamaño individual, con una pequeña extensión de la longitud del lecho, que era una base de otra cama que yo recorté para que cupiera el colchón tamaño matrimonial en que dormía hasta marzo pasado. Esa extensión ya no es necesaria, pero la tengo pegada a la cama porque me es útil para poner objetos como cuadernos y libros, además de prendas de ropa.

Antenoche, en la madrugada del martes, desperté de pronto y vi una forma oscura apoyada en dicha base. Reconocí entonces a mi perrita Chora, a la que adopté junto a su hija Clara el pasado mes de abril. Extendí una de mis manos y acaricié la cabeza de mi mascota, cubierta de grueso pelo color sal y pimienta. Más tarde volví a despertar y me di cuenta de que ahora se hallaba tendida sobre una pequeña área de la extensión de la cama, su pequeño cuerpo descansando en un cuaderno y sobre el arreglo con forma de tablas de madera que componen esa extensión.

¿Por qué hace eso este animalito, para estar más cerca de mí? Recuerdo una vez que mi perrita Candy, maltés de raza pura se acercó a mí y apoyó sus patas delanteras en mi regazo, pidiéndome que la acariciara, pensé ‘estos no traicionan’. ¿De cuántos seres humanos podemos decir eso? Tal vez de ninguno. No sé si estoy siendo demasiado pesimista.

¿Por qué tengo que vivir con mi madre, si ella hizo posible que mi padre terminara de arruinar mi vida?

Hace 36 horas murió mi tío Renato, diez años después de mi padre. Mi primo Ricardo se siente mal por ello, está viviendo un duelo. En su lugar yo me iría a celebrar, ese hijo de puta fue atroz. ¿Por qué tantas personas aman a sus peores enemigos y al mismo tiempo se vengan de lo que estos les hicieron en personas que jamás les han hecho ningún daño? Eso definitivamente no lo entiendo.

He estado en crisis desde anoche, cuando llegué a la casa y me enojé mucho con mi madre porque no entendió el mansaje que le envié por Whatsapp, diciéndole que había hablado con la directora de mi departamento para decirle que no quería ir al convivio, y ella lo aceptó. Mi madre no leyó bien el mensaje y entendió que me había ido a ese evento social y supuso que llegaría tarde a la casa. No dormí bien durante la noche, salí de la cama demasiado temprano, a las cuatro de la mañana.

La crisis que estoy viviendo tiene relación con el motivo de mi negativa a asistir a ese evento social del departamento al que pertenezco. Como escribí en entradas anteriores, cuando regresé de la incapacidad por el accidente que sufrí a principios de mayo, encontré con que había ingresado una vieja en el mismo puesto que yo, mismo que desempeñó durante seis meses y finalmente el pasado viernes 15 de diciembre se retiró voluntariamente, después de haber hecho un papel vergonzoso.

Como resultado de sus intrigas, dos compañeros que tienen puestos de jefatura mostraron comportamientos muy hostiles hacia mi persona, lo que me hizo sentir terriblemente mal y pensar en que así ha sido mi vida desde el principio, que he sido blanco de todo tipo de ataques en todos los ámbitos, me provoca un malestar muy doloroso, difícil de manejar.

Mañana temprano se llevará a cabo el susodicho convivio y no sé de qué manera afectará mi jornada laboral. No sé si deberé presentarme a laborar a la hora acostumbrada o si podré tomarme unas horas de descanso en el que será mi último día de trabajo antes de Navidad, pues a partir del próximo viernes tendré cinco días de asueto.

martes, 19 de diciembre de 2017

Un flashback


En 1975 vivíamos en un edificio en el que la planta baja y el primer piso estaban ocupados por un banco, del que mi padre era gerente. El segundo piso (tercera planta) era el mentado Penthouse que habitábamos la familia del susodicho gerente, algo de lo más desafortunado, pues no era un ambiente propicio para una mujer y sus hijos; menos aun cuando su matrimonio era ya un infierno, situación que se venía dando desde hacía al menos seis años.

Mónica, Yolanda y yo asistíamos a una escuela de gobierno en la que cursábamos la primaria, que tenía un nivel educativo deplorable, pero que había sido elegida porque era conveniente para la incipiente carrera política de nuestro padre, pasando a segundo término la calidad de la educación que recibiríamos.

Mis problemas de aprendizaje eran ya demasiado evidentes, como lo habían sido desde 1971, cuando cursaba el segundo grado. Físicamente yo me hallaba en el salón de clases, pero mi mente estaba en otra parte y me resultaba imposible poner atención. En aquel entonces nadie pensaba en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, no sé si incluso ya existía el diagnóstico. Sea como fuera, mis padres atribuían mi mal desempeño escolar a mi naturaleza vil, a mi firme determinación de causarles el mayor número de problemas, acabando de arruinar sus vidas.

Un día, posiblemente sábado, me vi en el dormitorio de mis padres, con la puerta cerrada. Mi madre se hallaba de pie en silencio, sobrecogida por el dolor tan intenso en que se debatía su cónyuge, mientras mi padre sentado en la orilla de la cama narraba lo espantosa que había sido su infancia, cómo perdió a su madre siendo un niño desvalido para que su padre lo echara a la calle, poniendo a ese pequeño mártir a merced de la maldad del mundo, careciendo de un techo, del alimento, del vestido, del calzado y de todo aquello que necesita un ser humano para sobrevivir en esta orbe hostil y peligrosa en que vivimos.

Al concluir el relato del infierno que fue su infancia, mi padre se inclinó apoyando la frente en el dorso de su mano, cerrando los ojos y exclamando “cómo he sufrido”. Yo escuchaba sintiendo una terrible culpabilidad por lo que le estaba haciendo a mi progenitor, incapaz de hacer nada para detener este horrible flagelo. Siendo un niño, ni siquiera se me ocurría la idea de que los tormentos de la niñez de mi padre y las marcas en su psiquis no tenían nada que ver conmigo y yo no era responsable de nada que hubiera sucedido décadas antes de que yo naciera. Tampoco sabía que mucho de lo que él decía era inexacto en el mejor de los casos, cuando no absolutamente falso.

Hasta la fecha no entiendo por qué mi madre no intervino, intentando por lo menos hacerle ver a mi padre que lo que decía no tenía el menor sentido —de hecho era una manifestación de su locura— y tranquilizándome a mí, dándome a entender que de ninguna manera podía ser responsable por lo que sucedió muchos años antes, pues los acontecimientos llevan un orden cronológico y nadie viaja al pasado a provocar estragos en las vidas de otras personas.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Manejo de la energía y una verdadera oportunidad


Como expreso claramente en la entrada anterior, hoy es un día significativo. Una década después de la muerte del peor enemigo que he tenido jamás, me encuentro en una buena situación, pues desde hace dos años y siete meses tengo trabajo, llevo una vida productiva y cuento con un dinero que me proporciona bienestar, independientemente de que sea mucho, poco o regular. Bueno, definitivamente no es poco. A modo de ejemplo puedo comentar que el día de hoy estoy estrenando zapatos, comprados a amazon.com y en este año que está terminando he hecho muchas compras que han redundado en bienestar, si bien sé que la felicidad no está en la abundancia de bienes materiales.

He estado leyendo el libro ‘The Happiness Track” de Emma Seppälä, científico de la Universidad de Stanford. Me encontré con esta destacada mujer buscando en internet la manera de manejar el estrés que padezco casi cotidianamente, específicamente los conflictos con compañeros de trabajo, y en segundo término el estrés que tengo que enfrentar al salir de casa y moverme en un ambiente con muchísimo tráfico, gente que se comporta como animales salvajes, ruido excesivo y traslados largos de mi casa al trabajo y recíprocamente, que toman mucho tiempo.

Apareció Emma Seppälä en un video de youtube hablando de ejercicios de respiración y sus efectos, así como de meditación y el manejo de nuestra energía. Al buscar información sobre esta bella mujer encontré su libro disponible en amazon.com y decidí comprarlo. Sin embargo, como me sucede tanto, el interés fue muy vivo al principio y después fue desvaneciéndose.

Esta mañana retomé su lectura en el trayecto hacia el trabajo y terminé un capítulo titulado ‘Manage your energy’. Al llegar al final, decidí volver a leer ese capítulo desde el principio. Habla principalmente de la importancia de conservar la calma y evitar las emociones intensas. A diferencia de lo que podría pensarse, que ante la necesidad de hacer mucho trabajo en un tiempo limitado el estrés es inevitable y de hecho ayuda a conseguir los objetivos. Paradójicamente, estar en calma nos hace mucho más productivos, evitando el agotamiento y disminuyendo la posibilidad de cometer errores que pueden tener consecuencias muy serias.

La importancia del manejo de la energía no se limita al ambiente laboral, sino a todos los ámbitos de nuestras vidas. Hablando de mí puedo decir que atribuyo el cansancio que me agobió en meses pasados a no saber manejar las relaciones difíciles con algunos compañeros de trabajo, a no manejar adecuadamente el estrés que me provoca convivir con muchas personas (por ejemplo al usar el transporte público para ir y venir del trabajo), y a mis trenes de pensamientos en los que revivo una y otra vez experiencias negativas con compañeros de trabajo, o con familiares o con conocidos y con desconocidos, ya sea que hayan sucedido hace unas cuantas horas o hace años (incluso décadas).

Frecuentemente siento preocupación por las consecuencias que pudieran tener enfrentar una situación laboral (por ejemplo el convivio con mis compañeros de departamento que se llevará a cabo en fecha próxima, al cual tengo la firme intención de no asistir), o plantearle a la directora de mi departamento las razones de mi negativa, o exponerle lo mal que le he pasado desde que llegó aquella señora de edad avanzada, que lo único que ha hecho es causar problemas con sus chismes e intrigas (a todas luces es una enferma mental) y las complicaciones porque algunos compañeros le han hecho caso.

Otra manifestación de este mal manejo de la energía consiste en imaginar situaciones en las que yo podría resultar seriamente perjudicado (llegar a perder mi empleo, por ejemplo); en palabras más claras: catastrofismo.

El día de hoy, con más de 50 años de edad tengo la oportunidad de aglutinar mis experiencias y convertirlas en lecciones valiosas, en sabiduría y experiencia aprendiendo a diferenciar lo que es importante de lo que no lo es. Si lo consigo, podré dejar de sentir ese malestar que tanto me aqueja (pese a mis buenas condiciones de vida) y ese cansancio continuo, lo que me dará la posibilidad de dejar de tomar medicamentos (algo que ya estoy haciendo) sin el peligro de sufrir recaídas riesgosas y canalizar mi energía de una manera constructiva.

Sé que todo esto no se logra de la noche a la mañana, pero ya he recorrido un buen tramo del camino y si tengo éxito mi vida puede dar un giro de 180 grados, dejando atrás una existencia dominada por el sufrimiento, la injusticia, la violencia y la enfermedad.

Haré mi mejor esfuerzo.

14 de diciembre de 2007, hace diez años


El viernes 14 de diciembre de 2007 asistí a una junta de Al Anon, movimiento paralelo a AA, para familiares y amigos de enfermos alcohólicos, cerca de mi casa.

En aquel entonces vivía solo, desempleado y en un grado serio de pobreza. Creo que no hace falta mencionar que estaba muy enfermo y sin atención médica; de hecho estaba demasiado delgado y vivía con hambre y durmiendo menos de lo necesario.

Las sesiones en esa cede de Al Anon se llevaban a cabo lunes, miércoles y viernes y tenían una duración de 90 minutos; la mayoría de los integrantes eran del sexo femenino, mujeres. Aquel día yo di un tema (que no recuerdo). Esto consistía en pasar al frente y desde un escritorio leer en voz alta un capítulo de uno de los libros de dicha organización. Si no mal recuerdo, el libro del que leí se titula “Cómo Al Anon ayuda a las familias”.

Durante mi exposición hablé sobre mí, volviendo a mencionar lo mucho que odiaba a mi padre, no por ser un alcohólico, sino por ser un individuo sádico y perverso. Lo que no dije es que yo sabía que ese día él iba a morir. De hecho había dejado mi teléfono celular en casa, porque sabía que alguien de mi familia iba a llamarme desde Tepic para decirme que mi padre agonizaba, o había muerto.

Cuando terminó la sesión me dirigí a casa y al llegar encontré una llamada perdida en mi teléfono celular, que provenía del teléfono de mi hermana Yolanda. Le envié un mensaje y casi inmediatamente me llamaron, pero no mi hermana, sino su cónyuge Enrique. Me informó (llamándole “mala noticia”) que mi padre estaba en coma y me preguntó si quería que me mandaran dinero para poder asistir a su funeral. Yo respondí que no, sin dar mayor explicación y terminó la llamada.

En el fin de semana que siguió padecí hambre, pues no tenía prácticamente nada de dinero y muy poco alimento en el refrigerador. Sin embargo, sentí una gran tranquilidad sabiendo que jamás volvería a escuchar las injurias de ese mal individuo; ni a enterarme de que se dedicaba a vomitar veneno sobre mí a mis espaldas; o a pensar que había sometido a mi madre a una tremenda pobreza; o que mi hermana Verónica murió por lo que él le hizo. No obstante, sabía que mis problemas no terminarían con su muerte.

Horas más tarde, el esposo de Yolanda me envió un mensaje que decía: ‘tu papá falleció hace una hora’. Yo tuve que hacer un esfuerzo para no responder: ‘que se pudra en el infierno’, y en lugar de eso escribí ‘gracias por avisarme’.

En este momento se están cumpliendo diez años de ese acontecimiento y extrañamente siento menos odio por ese individuo perverso y depravado. No sé si esto vaya a durar, o al cabo de un tiempo vuelva a sentir la furia contra él porque durante 43 años se vengó en mí por lo que le hizo su padre y me hizo responsable de todos sus problemas, y de todos los problemas de la humanidad.

martes, 12 de diciembre de 2017

Décimo aniversario luctuoso, y la herencia de nuestro padre


En 1969, acabando de llegar a vivir a Tepic, procedentes de Cd. Obregón, una vez estuvo de visita en la casa mi tío Jaime, hermano de mi papá. Mi hermana Yolanda, en ese momento una bebé de un año de edad, cuando mucho, tomó una caja de cerillos y encendió uno, con el que se quemó. Al oír su grito de dolor, mi madre acudió a atenderla. Mi padre y su hermano Jaime estaban en la mesa del comedor y mi tío me gritó: ¡Rafael!, considerándome responsable del incidente por no cuidar a mi hermana.

Cabe la pregunta, ¿desde cuándo un niño de cinco años tiene la responsabilidad de cuidar a su hermana menor, incluso estando los padres presentes? Ese señor Jaime, hermano mayor de mi papá era otro individuo pendejo, con un carácter autoritario que se sentía con el derecho de entrometerse en los asuntos de otras personas. El problema fue que mis padres (ambos, mi padre y mi madre) se lo permitieron. Ese sería el patrón durante muchísimos años. Mis padres no se limitaron a violentarme (y en menor medida al resto de sus hijos), sino que permitieron o incluso invitaron a extraños a que se unieran a la violencia.

El próximo jueves, 14 de diciembre se cumplirán 10 años de que murió mi padre, Rafael Madrid Escobedo, a los 70 años de edad. Cuando le llegó la hora, este señor era una piltrafa humana, tanto física como mentalmente estaba totalmente destruido por el alcohol. El hígado se le deshizo y tenía diabetes, hacia años había perdido toda la dentadura y ello le había hecho perder las facciones, su rostro parecía cubierto por una tela color piel que le caía verticalmente hacia abajo. Habiendo sido un hombre corpulento, en sus últimos años había sufrido un enflaquecimiento que lo tenía literalmente en los huesos.

Su violencia, lejos de disminuir con el paso de los años y la llegada de una senectud muy acelerada, iba en aumento. Su odio afloró con una tremenda intensidad contra los hijos que tuvo fuera del matrimonio, que en ese momento eran adolescentes. Contra mí, que tenía 43 años, seguía sintiendo una furia sin límites considerándome el causante de todos sus problemas, sin tener la menor conciencia de que él había arruinado mi vida, con una pequeña ayuda de otras personas. Con esto último me refiero a gente como David, el infame al que consideré mi amigo, que cuando tuvo poder sobre mí siendo mi jefe en una empresa de la maquiladora electrónica, diez años antes, mostró un comportamiento muy parecido al del monstruo que tuve por padre.

Mi hermana Mónica había terminado toda relación con nuestro padre seis años antes, cuando contrajo nupcias con un estadounidense. A mí me avisaron que mi padre estaba agonizando y yo le comuniqué a mi familia que no tenía intenciones de ir al funeral. Se necesita ser increíblemente idiota para asistir al funeral del peor de tus enemigos. En cambio mi hermana Yolanda, que se había casado 13 años antes (en un cumpleaños de nuestro padre) fue la única que estuvo con él, llorando su muerte, sin darse cuenta que del vínculo tan destructivo que había desarrollado con ese monstruo.

Al año siguiente, hablando con una psicóloga vía telefónica, se me diagnosticó un trastorno de personalidad, pero tuvieron que pasar otros tres años para que cobrara conciencia de lo grave que es.

A pesar de esto, de los tres hijos que quedamos yo parezco ser el que mejor se encuentra. Mis hermanas Mónica y Yolanda parecen no tener la menor conciencia de su situación, que se manifiesta principalmente en sus respectivas vidas maritales, habiéndose casado con malos individuos.

Yolanda ha estado trabajando más de lo que corresponde durante 24 años —casada con un individuo que no quiere ni puede mantener a su familia— y ahora comienza a enfrentar consecuencias. Hace algunos meses se puso bajo tratamiento médico por anemia, y ahora, ya en la menopausia, tiene que someterse a una operación delicada, una histerectomía.

¿Qué sucedería si Yolanda padeciera una enfermedad que le imposibilitara trabajar, qué sucedería con ella y con sus hijos? Después de casi dos décadas y media, no tiene nada por haber formado una familia con el peor individuo que pudo encontrar. Mi hermana no tiene conciencia de que lo único que puede explicar que haya arruinado así su vida, es una patología provocada por haber crecido en un hogar donde privó la violencia, provocada por la destructividad de nuestro padre y la codependencia de nuestra madre.

Mónica, por otra parte, muestra comportamientos y actitudes absolutamente incomprensibles en una persona normal. Lo único que puede explicar su proceder es una patología con el mismo origen que la del resto de nosotros, los hijos que componemos la familia, pero agravada por su debilidad psíquica, por depender de su esposo a tal grado que se ha convertido en un autómata que obedece todas sus órdenes, incluso anular su capacidad de raciocinio para pensar lo que él quiere, para no tener ideas propias, para caer en la más absoluta sumisión, como una máquina desprovista incluso de sentimientos.

Esa es la herencia que dejó nuestro padre, pero existe una línea que divide su responsabilidad por lo que hizo de la de cada uno de nosotros. Ese monstruo consiguió hacerme mucho daño, pero nunca le permití que me destruyera.

Eso ha hecho toda la diferencia.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Evento social en el trabajo, con carácter de obligatorio, error incomprensible

En fecha próxima habrá una comida de mi departamento con un intercambio de regalos, con carácter de obligatorio. La directora del departamento es una mujer algunos años más joven que yo a quien considero muy competente, con grandes dotes intelectuales, con una formación académica impresionante, pero que también comete errores serios.

Hace un mes se dieron los resultados de la evaluación del ambiente laboral por departamento, y el nuestro salió mal, como ha sucedido todos los años anteriores. La directora quiere mejorar el ambiente haciendo un evento social obligatorio, lo cual constituye un error incomprensible.

Hablando de mí, puedo decir que este año ha sido muy difícil. Cuando regresé de mi incapacidad, por haberme fracturado la clavícula en un accidente ciclista, me encontré con que había una nueva compañera, una mujer de más de 60 años, que trató de hacerme sentir que mi nivel intelectual era deplorable y que mi trabajo no servía para nada. Tengo una mala suerte para encontrar este tipo de personas. Esto se dio porque cuando llegó le di información sobre mí (del tipo que se le hacen a una persona cuando se le conoce), a saber: que yo no tenía estudios de química, y que hay unos comandos del programa Word que yo no uso porque no los conozco.

Esta señora torció lo que dije y del primer comentario (que no tengo estudios de química) entendió que no tengo estudios, que dejé trunca mi educación en segundo año de primaria; del segundo comentario (que hay comandos de Word que no conozco), entendió que a duras penas sé encender la computadora. Yo opté por no hablar para nada ni tener ningún trato con esta vieja estúpida y entonces ella comenzó a decirle a mis compañeros de la oficina que yo me portaba muy grosero con ella. Hubo gente que ni caso le hizo, pero hubo más de un idiota que le creyó, sin tener la mínima evidencia.

Un marica que tiene un puesto de jefatura le llevó el chisme a la directora del departamento (que ella acertadamente ignoró), pero él comenzó a mostrar una tremenda hostilidad contra mí. Este pendejo alfeñique no tendría nada que hacer conmigo en una confrontación, sería fácil hacerlo pedazos, pero sabe bien que no puedo hacerle nada porque si lo hiciera perdería mi trabajo.

Al cabo de unos días, sucedió lo mismo con otra compañera que también tiene puesto de jefatura y tiene que ver conmigo, pues coordina el área a la que pertenezco (por cierto muy mal, es muy incompetente).

Yo soy extremadamente sensible y tengo conciencia de ella. Ahora me permito mencionar algo que leí sobre mi trastorno límite de la personalidad (borderline personality disorder): puede hacerse una analogía con alguien que tiene quemaduras graves en el 90% de su cuerpo, el menor contacto, el menor movimiento le produce un sufrimiento espantoso.

En un momento dado hablé con la directora y le comenté lo que estaba haciendo esa mujer de edad avanzada (esa vieja) y ella me dijo que era tanto el trabajo y la presión que teníamos, que nadie iba a hacer caso de chismes. Esta vez, la directora sí se equivocó y su respuesta fue absolutamente incorrecta.

La vieja tiene menos de seis meses en el empleo y se ha ausentado por lo menos ocho días laborales completos, además de salir constantemente por motivos personales o de salud, para regresar horas más tarde. Se dice traductora y no conoce la ortografía del español, depende del corrector ortográfico. En la portada de los DMFs (drug master files) ponía “archivo maestro de medicamento” en lugar de “archivo maestro de fármaco”. Si no sabe diferenciar un medicamento de un fármaco, no tiene idea de lo que está haciendo, además de no tener un mínimo de vergüenza. La vieja se encuentra en la tercera edad y para lo único que sirve es para causar problemas.

En estos días que sigue se nos va a comunicar de este asunto de la comida con el intercambio de regalos, y yo voy a fijar mi postura. No iré.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Monica, my beloved twin sister and her husband Jeffery


Jeffery Alan Jung, the wretched gringo has convinced his brainless puppet, his wife, that she is the victim of her twin brother, who happens to be evil, besides being the scum of the earth. Furthermore, her family is brown trash, from the neighboring country, south of the border.

Monica has been living despising her family, her mother and siblings Oscar and Yolanda. She feels ashamed of her family before her husband and keeps a distance from them.

It is clear that Monica is feeble-minded with little or no volition. She hates her twin brother because he was born male, while she was born female. She hates him because his skin is not dark, like hers is. She hates her brother because he is more intelligent and better looking. More importantly, she hates him because her husband wants her to. Otherwise, if she didn’t hate her brother and feel ashamed of him and the rest of her family, she would fall from her husband’s grace. Jeffery would stop pretending that he loves her. He would punish her, he would make her suffer.

Am I the scum of the earth? I don’t think so.

I have survived. Not unharmed, but I’ve avoided alcoholism and drug addiction. Being over 50, I am in good shape and good health, physically. Now I’ve become a hard working employee (I work in the drug industry as a translator) and I am self-reliant. Three years ago, when I turned 50 I wrote in my twitter account: I’ve reached the half century of life and I read, I translate I bicycle and I wait my existence to end.

My life has been very unfair. I am moved to write about my sister Monica and her husband Jeffery because they did the same thing countless other people have done: beat me because I am vulnerable. Just because of that, there is no other reason.

But let’s not talk about me, let’s talk about them, my sister Monica and her husband Jeffery. What is he doing to her? He is feeding her hatred. Is that a good thing to do? Is that Christian? Can’t either of them come to realize that this bad deed is very destructive? He is pushing his wife into madness. Jeffery is doing that to the mother of his sons. Does he ever think about how his sons’ lives would be having a psychotic mother? Has he ever thought about the risk of his sons becoming psychotic themselves?

Jeffery Alan Jung lives pretending to be a loving husband, father, son, neighbor, citizen, Christian. How many people buy such? How many people believe him? Why does he want his wife to go crazy? Is that love? I am sure it is not.

The truth is that Jeffery hates his wife. He despises her because belonging to a trash family, she is trash too. How could he love a woman who is worth nothing? What about their sons? Being Monica’s children they must be trash too.

Monica has been slipping towards a living hell, pushed by her husband Jeffery. She is unable to realize that once she gets to such hell, she’ll stay there for good until her life come to an end.

Seems tragic to me.

Tarde de viernes, termina la semana laboral y mi mente divaga


La semana está por terminar, faltan dos horas y cuarenta minutos para que pueda irme a mi casa, donde al llegar me cambiaré de ropa, me pondré mis shorts de ciclismo, y después de inflar las llantas de mi bicicleta a la presión adecuada (120 psi), pedalearé sobre los rodillos unos cuarenta minutos.

Me siento más cansado que de costumbre, probablemente porque salí de la cama una hora antes de lo habitual, hoy a las cinco de la mañana para llevar a mis mascotas Chora y Clara, mis dos perritas, madre e hija respectivamente, a caminar. Las ventajas de las horas nocturnas, en que hay poca gente en la calle y la mayoría duerme. Menos gente, menos estrés, menos incomodidad.

Si he de ser honesto tengo que reconocer que no disfruto de la compañía ni de la proximidad de otras personas. Lo mejor que me puede pasar es estar solo, si no completamente, sí con muy poca gente a mi alrededor. A pocas personas puedo confesarles que no soy empático, muchísima gente me produce rechazo que frecuentemente se convierte en desprecio, no disimulado. En el mundo somos más de siete mil quinientos millones de habitantes y el deterioro ambiental refleja esta cifra astronómica. En mi país somos 120 millones o más y eso para mí es intolerable. ¿Por qué se sigue reproduciendo la gente? ¿Para qué traer hijos al mundo? Para que enfrenten una realidad horrible, para que sufran, para que se conviertan en integrantes del ejército de pobres que existen para darle poder a unos pocos, sin tener la menor conciencia de ello. Y en el proceso, hombres y mujeres se arrepienten de haber tenido descendencia pensando en secreto en lo mejor que estarían sin haber tenido hijos, y germinando un odio oculto hacia ellos que aflora de mil formas diferentes y causa un daño irreparable en sus vástagos. Este patrón se hereda de padres a hijos en incontables generaciones sin que casi nadie tenga conciencia de que se procrea una familia para odiarla y destruirla, pero negándolo, pregonando lo contrario, llamándole amor al odio y eternizándolo.

Muchos habitantes nacen con poca inteligencia, que se disminuye aún más por padecer desnutrición desde la temprana infancia; este deterioro resulta irreversible. Al cabo de unos años son enviados a escuelas con un sistema educativo ineficaz, con maestros que carecen de los conocimientos que se supone deben impartir. Conforme pasan los años, esos niños se convierten en individuos iletrados, analfabetas funcionales con muy escasa capacidad para trabajar y ser productivos, situación que se combina con el desempleo y la falta de oportunidades y una injusticia social que cada día es más grave.

Los empresarios ven a este ejército de pobres como una fuente de riqueza inagotable. Les venden sus productos que los menesterosos consumen cotidianamente: refresco, alimentos chatarra, cerveza y otras bebidas alcohólicas (a las cuales muchos se convierten en adictos), y los enajenan con futbol y televisión con contenidos paupérrimos.

Los políticos (de todos los partidos, sin excepción), hacen grandes esfuerzos y procuran enormes cantidades de dinero para engañar a este ejército de menesterosos, haciéndoles creer que ellos y sus secuaces representan la solución a sus problemas, el alivio a su sufrimiento. Los que llegan al poder se dedican a saquear a su país y a reprimir al sector de la población que tiene conciencia y se informa, a esa minoría a la que no pueden engañar. Los líderes religiosos pregonan la palabra de un dios en el que no creen y muchos de ellos cometen faltas muy graves, sabiendo que no tienen nada que temer pues pertenecen al selecto club de los delincuentes intocables.

¿Muy enojados con el idiota que tenemos en la presidencia? ¿Para qué sirve eso? A lo más que podemos aspirar es que el próximo primer mandatario no sea tan criminal ni tan pendejo, pero podemos tener la seguridad de que va a ser otro delincuente que se va a dedicar a robar y a vivir como magnate, para que una vez que haya terminado su sexenio, hacer lo necesario para continuar perteneciendo a los círculos del poder mientras millones de mexicanos son cada vez más pobres, pero no por ello dejan de reproducirse.

martes, 5 de diciembre de 2017

Mis conflictos con individuos narcisistas, las patologías de otros


Asunto: La idea de que personas con las que he tenido problemas en mi vida, especialmente individuos del sexo masculino, han mostrado una intensa furia contra mí por experimentar que yo tengo algo que ellos quisieran, de lo que yo los despojé.

A David la envidia le corroía las entrañas porque mi físico era absolutamente superior al suyo, y no porque yo tuviera el físico de un superdotado (como un deportista de alto rendimiento) sino porque él era un alfeñique, absolutamente carente todas las cualidades físicas, fueran estas potencia muscular, coordinación, velocidad, capacidad aeróbica, resistencia, etc.

José Javier se sentía amenazado por mí porque se la vivía dándoselas de deportista, y no lo era. Esto era demasiado evidente por su falta de musculatura, su pecho de gallina y el salvavidas de sebo que llevaba arriba de su cintura.

Con el esposo de mi hermana Yolanda la historia es otra. Él no se siente inferior a mí físicamente, sino intelectualmente, porque carece de instrucción, cuenta solamente con escolaridad primaria en una época en la que en el mundo laboral los títulos de licenciatura y de postgrado pesan mucho.

Mi hermana Mónica está casada con un extranjero, un estadounidense que ha llevado una vida sedentaria y en consecuencia apenas tiene la capacidad de poner un pie delante del otro. Poco antes de su visita, a mediados del años 2003, él y yo tuvimos comunicación vía email y yo bromeaba con él preguntándole: Do you have powerful calves? We will race, Old Boy. We will race.

Creo que muy probablemente eso lo motivó a agredirme. Tenía que deshacerse de mí antes de que estuviéramos en la playa y yo lo retara a una carrera de velocidad en la arena mojada, algo que en realidad nunca tuve intenciones de hacer.

Estos cuatro individuos, pese a ser muy diferentes entre sí tienen algo con común: su complejo de gusano, o dicho más claramente, un complejo de inferioridad. Por eso van por la vida comparándose con otros hombres ávidos de ser considerados hombres destacados, por propios y extraños. Los cuatro quisieron compararse conmigo porque se percataron de que yo vivía en una situación muy precaria y por lo tanto, era muy vulnerable. Los cuatro infames me atacaron porque me consideraron débil, fácil de vencer.

El que menos daño me hizo de estos cuatro pendejos fue José Javier. Su proceder me causó solamente un cierto malestar que no dejó secuelas. En contraste, quien más daño me hizo fue David, que fue mi compañero en la universidad y pese a su buen desempeño académico, en el ejercicio de su profesión resultó ser un pendejo bien hecho, pero más importante, su psiquis está dañada irremediablemente por sus traumas respecto a su debilidad física, su ausencia de virilidad, su condición de individuo anodino e insignificante que aunado a su pequeñez y su ruindad como hombre lo convierten en una piltrafa humana, en un marica con más de 50 años en la actualidad.

Mi cuñado Enrique (esposo de mi hermana Yolanda) vive utilizándome para tratar de justificar que no trabaje, que no se gane la vida y que no mantenga a su familia. Va por la vida manipulando a su interlocutor, narrándole su trágica existencia en la que sus circunstancias le imposibilitaron ir a la universidad y estudiar una licenciatura. Lo que no puede explicar es por qué si su padre lo inscribió en buenas escuelas particulares, él se ausentó y no quiso estudiar siquiera la enseñanza secundaria. Tampoco tiene argumentos válidos respecto al modo como pasa su tiempo libre (que es mucho) viendo la televisión y haciendo ejercicio buscando ser insoportablemente hermoso sin hacer ningún esfuerzo por elevar su escolaridad (hoy que hay tantas opciones para estudiar), haciendo muy evidente ante cualquier observador que su vocación es ser un hombre mantenido por una mujer.

Mi otro cuñado, Jeffery esposo de Mónica llegó a tener 37 años soltero, principalmente porque como hombre pasaba desapercibido. Ninguna mujer se fijaba en él y eso le provocaba mucho sufrimiento. Siendo un individuo muy narcisista, necesitaba una esposa que admirara su inteligencia, su educación, su formación académica, su trabajo con sus correspondientes ingresos y su grandeza de espíritu, siendo profundamente religioso, un devoto católico bien intencionado y temeroso de Dios.

Este gringo encontró a mi hermana Mónica cuando ambos vivían en California y asistían a sus servicios religiosos y ensambló con ella, como dos piezas de madera trabajadas por un carpintero competente.

Mi hermana Mónica carecía de autoestima y vivía en ese país (Estados Unidos) ilegalmente. Se sentía una gota de agua sucia en la inmensidad del océano, una mujer en la que nadie se fijaba en primer lugar por no ser nada atractiva y en segundo término, por su condición ilegal, sus evidentes problemas de personalidad y salud mental. Es la clase de persona que provoca rechazo en los demás por su proclividad a juzgar el modo como viven otras personas y a dar su opinión y emitir juicios cuando nadie se lo pide.

Así Jeffery encontró en Mónica a una mujer que se iba a sentir el ser más afortunado de la creación por tener un compañero excepcional (cuyas cualidades están solamente en su torcida percepción de la realidad) y lo iba a poner en un pedestal para adorarlo mientras viviera.

La historia de David tiene un fuerte paralelismo con la de Jeffery, si bien no se conocen.

Este pobre idiota se casó con una mujer con fuerte fisonomía indígena, proveniente de un estrato social muy inferior, carente de educación y cultura para que, encontrándose pegada al piso, lo viera para arriba, como a un gigante, uno de esos hombres que tienen asegurado su lugar en la historia.

Lo que cada uno de estos sujetos parece ignorar, es que no se puede vivir para siempre en un campo de nubes de fantasía. Conforme pasa el tiempo la realidad aflora y las nubes se dispersan y la pobreza de cada individuo se hace evidente; llega un momento en que ya no es posible sostener ese autoengaño y la caída es inevitable.

Es entonces cuando se manifiesta la destructividad, de una manera muy cruda.

martes, 28 de noviembre de 2017

Interacción con una psiquiatra, de la que no soy su paciente


La dama inclinó la cabeza para escribir en su block de notas y eso me permitió percibir los tres atributos que me atraían de ella: su pelo, sus manos y sus senos.

El consultorio de esta psiquiatra era demasiado austero, de hecho bastante feo por los muebles, el escritorio de metal y las sillas de madera que parecían de fábrica, sin ningún arte ni consideración por la estética. Además las paredes eran de color verde pistache y daba la impresión de que nos encontrábamos en una oficina de gobierno.

Mientras hablaba, esta profesional de la salud mental, que además cuenta con una especialidad en psicoanálisis, dibujaba rectángulos y me hacía preguntas difíciles de responder. La verdad es que yo no fui a someterme a ningún tipo de interrogatorio, cosa que le hice saber desde el principio, pero ella insistía y no parecía darse cuenta que en lugar de responder a sus preguntas, yo entablaba un diálogo con ella.

La primera vez que vi a Denisse me di cuenta de que no es una mujer bonita, con su rostro poco agraciado y su anatomía débil, más bien raquítica. Su semblante es un tanto anguloso y el color de su piel y su morfología reflejan una genética pobre. Sin embargo, me sentí atraído por ella.

Conforme transcurrió nuestra primera cita (a la que no podría llamar consulta, pues no soy su paciente) Denisse me informó que de mí dependía la vida de un ser humano, algo que yo ya sabía. No me pareció prudente informarle que eso no significa nada para mí, y esto no quiere decir que no me importe la vida de una persona, sino que la vida de ese individuo en particular no me importa en lo más absoluto.

Denisse se percató que durante la hora que duró nuestro diálogo —si le puedo llamar así porque ella habló la mayor parte del tiempo— mantuve una actitud de indiferencia y una distancia emocional muy evidente. En otras circunstancias hubiera esperado que un profesional de la salud mental tratara de hacerme ver la seriedad del asunto, que de lo que yo decida depende la integridad y el destino de uno de sus pacientes, de un ser humano, pero ella se limitó a mirarme con lo que pareció ser frustración.

Creo que esta mujer, que debe de tener unos 38 años, sabe más de mí de lo que yo esperaría. Imagino que los familiares de su paciente caído en desgracia consiguieron información sobre mi existencia de alguna manera, probablemente contratando a un investigador privado, algo que debió costarles mucho dinero.

¿Por qué está psiquiatra, contando con poco tiempo no trata de apresurar el proceso? Me doy cuenta de que este asunto la perturba más de lo que ella está dispuesta a admitir y eso es lo que me intriga. Si su paciente se vuelve a desplomar, habrá terminado todo para él, y para su psiquiatra significará un fracaso profesional y un deceso.

Sé que los familiares del paciente de Denisse me odian, si bien ninguno de ellos me recuerda pues han pasado muchos años desde aquella época en que ese infame y yo éramos compañeros de juventud y nos visitábamos mutuamente en las casas de nuestras respectivas familias. Ese individuo despreciable se ha derrumbado y de pronto su madre y sus hermanos ven una faceta de él que no conocían: la de una piltrafa humana. Ni qué decir de su esposa y sus hijos, que salvo el mayor son menores de edad.

¿Debo decidir yo su destino? ¿Por qué? Yo no tengo ninguna responsabilidad en lo que le ha pasado, o mejor dicho en lo que él se ha hecho a sí mismo. Simplemente me coloqué a la orilla de un precipicio con intención de contemplarlo y él se acercó a mí y manifestó su deseo irrefrenable de saltar. Yo sonreí y lo miré haciendo patente lo mucho que me gustaba la idea. Él se arrojó por voluntad propia, yo no lo empujé. De hecho cuando sucedió yo ya no estaba ahí.

Este pedazo de basura está hecho pedazos y yo no lo lamento, más bien me da mucho gusto.

jueves, 23 de noviembre de 2017

Envidia, un enemigo y su aspecto repulsivo


Pese a contar con un buen cociente intelectual (superior al promedio), una buena presencia física y acceso a la educación, he hecho muy poco con mi vida, eso es un hecho innegable.

No es mi intención justificarme, pues en primer lugar no tengo por qué hacerlo si con mi aparente fracaso no le he hecho daño a nadie. Y digo “aparente” porque en realidad no soy un fracasado, nunca he sentido que lo sea, ni en los momentos más difíciles y dolorosos de toda mi existencia.

Es un hecho que tengo atributos que provocan envidia en otras personas. Como es natural, mi persona despierta envidia en ciertos individuos del género masculino. Algunos me han hecho pasar malos ratos, otros me han hecho muchísimo daño.

La pregunta obvia es: ¿qué hay en mí que provoca envidia en otros hombres? No es fácil responder a esa pregunta. Se trata de una combinación de varias características.

A todas luces un buen intelecto, una cultura general muy aceptable y una educación muy sólida, si bien inconclusa. Además de eso, una buena presencia por mi fisonomía, tengo la apariencia de un individuo caucásico, de raza blanca con una morfología mucho mejor que la de muchos hombres, lo que incluye mi anatomía.

Hace 20 años me hallaba desempeñando un empleo en la maquiladora electrónica (de hecho había comenzado el 17 de noviembre de 1997), contratado por un viejo conocido al que erróneamente consideraba mi amigo. Este individuo había tenido un desempeño académico mucho mejor que el mío, y pese a eso, se sentía inferior al compararse conmigo y se había propuesto demostrar lo contrario, pues su condición era muy dolorosa.

David, como individuo débil, carente de valor y determinación ante la vida, había trabajado en las áreas en las que estaba bien dotado, lo que no tenía mucho mérito, pues es fácil hacer tal cosa. Como buen cobarde, evitó esforzarse en las áreas en las que era débil, como en su desempeño físico.

La naturaleza lo había dotado muy pobremente en lo referente a su constitución física, pues pese a ser alto de estatura, poseía una masa muscular muy escasa y su aptitud física era nula. Este sujeto ruin y cobarde se refugió en sus estudios en su paso por la universidad, y una vez que se desempeñó laboralmente, se refugió en su trabajo evitando hacer el mínimo esfuerzo para tratar de disminuir sus carencias.

En contraste, yo había nacido dotado de una constitución física promedio, pero con problemas neuronales que harían muy difícil el aprendizaje en las áreas intelectuales. TDAH no diagnosticado. Este trastorno haría que en las áreas para las cuales estaba bien dotado avanzara muy rápidamente, mientras que en aquello en lo que no era apto (todo aquello que involucrara números, entiéndase aritmética, geometría, cualquier campo de las matemáticas) mi desempeño fuera lamentable.

Físicamente tampoco era muy exitoso, pero siendo un niño me enfoqué en conseguir una buena coordinación mediante sesiones de ejercicio en solitario, que me conducirían al llegar a la adolescencia a convertirme en un deportista con un desempeño aceptable.

Cuando comencé a convivir con David y él se enteró que yo era un deportista, desperté su envidia y su frustración y su empeño en recordarme en todo momento que intelectualmente era superior a mí, algo que tampoco era cierto. Él me superaba en todo lo que tenía que ver con ingeniería (que ambos estudiábamos), pero en todo aquello que tuviera que ver con procesar información por escrito, y el conocimiento del idioma inglés, yo era mejor que él.

Pasaron años en los que perdí el contacto con él y un día en 1991 me lo encontré en mi alma máter, el ITESO. Yo tenía 27 años de edad, él un año menos. En los años que siguieron nos frecuentamos muy esporádicamente y siendo un hombre joven no me di cuenta que relacionarme con un individuo como David no podría traer nada bueno a mi vida, pues la convivencia era difícil. Él trataba de poner de manifiesto su superioridad haciéndome preguntas que pensaba que yo no podría responder. Para su frustración, yo sí podía responder a sus preguntas y se dio un juego en el que ambos tirábamos en direcciones opuestas, algo que a mí no me interesaba en lo más absoluto, pero que para él era indispensable para poder dejar de sentir, así fuera por un momento, su complejo de gusano.

A mediados de noviembre de 1997, hace 20 años, comencé a trabajar en esa empresa de la maquiladora electrónica, periodo que terminaría el primer día hábil de febrero de 1998, cuando David culminó una bajeza monumental cuyo origen fue su envidia, su pequeñez como ser humano, su absoluta falta de hombría y su cobardía extrema.

A raíz de algo que hice hace algún tiempo para atacar a este infame, su existencia se vio trastornada en cierta medida, mas no sé si en la actualidad sigue padeciendo sus efectos o va por la vida tranquilamente.

Lo que sí sé es que conforme han pasado los años, su aspecto se ha vuelto repulsivo y al parecer el pobre idiota no tiene conciencia de ello. En una red social laboral aparece una foto de su rostro, con el aspecto de un individuo neutro, esto es, que no es macho ni hembra; que use bigote no cambia este hecho.

¿No sientes repulsión por ti mismo, David? Pienso en la posibilidad de que tu psiquis te torture por ser un cobarde, un traidor y un infame. ¿Has pensado en la imagen que tus hijos tienen de ti como padre? Puede que lo racionalicen, pero saben muy bien que el modo como has vivido y lo que has hecho es motivo de vergüenza. Conforme pase el tiempo, esa percepción se hará cada vez más tangible y tu sufrimiento (y el de tu familia) seguirá creciendo.

Tú sí eres un fracasado. No sé si me inspiras asco o lástima.

La afortunada ausencia de una vieja horrible en mi lugar de trabajo


Desde el pasado viernes 17 de noviembre, no se ha presentado a trabajar a la empresa en la que me desempeño, la mujer de edad avanzada que fue contratada cuando mi incapacidad estaba a punto de terminar.

En ese entonces (junio pasado) yo tenía un horario de trabajo de 7:00 a 16:30 horas y casi siempre era el primer empleado de mi departamento en llegar a la oficina.

Aquel jueves 15 de junio, me encontraba en mi escritorio cerca de las siete de la mañana, cuando me abordó una mujer diciéndome que ella había usado mi lugar, mi PC y mi cuenta de red en días pasados. No supe qué quería o qué trataba de decirme, lo que pretendía era que le dejara mi lugar para que ella hiciera su trabajo, pues por ser recién llegada todavía no contaba con lo necesario para ello. Por supuesto, me negué.

En las horas que siguieron le hice el tipo de comentarios que se hacen a un desconocido, específicamente que yo no tengo estudios de química y que hay unos comandos del programa Word que no conozco y por consiguiente, no uso.

Entonces, esta mujer estúpida mal interpretó mis palabras entendiendo que yo no tenía estudios (que había dejado trunca mi educación en segundo año de primaria) y que a duras penas sabía prender la computadora. En los días que siguieron, esta vieja me hizo comentarios en los que expresaba una gran preocupación por mi condición de inútil, alguien que no sirve para nada y entonces yo opté por no tratar con ella para nada.

Después de esto, esta señora comenzó a decirle a cada persona con la que platicaba que yo me portaba muy grosero con ella. Hubo quien le hizo caso, como un compañero que ocupa un puesto de jefatura, bien conocido por su capacidad para manipular a otras personas mediante chismes e intrigas. Como sería de esperar, este individuo presenta el aspecto de un alfeñique, una persona del sexo masculino carente de toda hombría, virilidad y valor, pero muy malintencionado que asume conductas de marica en su condición de hombre impotente, emasculado mentalmente.

El comportamiento de varios compañeros (de ambos sexos) hacia mí, me afectó mucho, pues se trataba de una situación injusta. Esta señora estaba resentida porque no le permití practicar su juego en el que manifiesta su superioridad, sus delirios de grandeza. Su títere, el hombrecito emasculado, quería hacerse el héroe auxiliando a una mujer atacada por un hombre. El pedazo de idiota no se detuvo a pensar que podía estar haciendo el papelito de marioneta. Incluso le llevó un chisme a la directora de nuestro departamento, mismo que ella ignoró.

Muy frustrado, este remedo de eunuco comenzó a mostrar una gran hostilidad contra mí, comportamiento verdaderamente ridículo viniendo de semejante alfeñique. Sería fácil hacerlo pedazos, pero no puedo hacer nada que ponga en riesgo mi permanencia en mi trabajo.

Una tarde, esta mujer de edad avanzada se metió a dialogar con la directora, intentando manipularla, hablándole mal de mí muy hábilmente para ponerla en mi contra. Esta acción tuvo el efecto contrario y convenció a la directora de que esta señora es una persona con muy malas intenciones, una verdadera alimaña.

De pronto se ha ausentado una semana completa y pienso en la posibilidad de que haya sido despedida. El problema es que yo me equivoco mucho. No me sorprendería que en algún momento aparezca esta vieja horrible, pero la parte positiva es que ya muchas personas la ven como una persona digna de lástima, algo que ella misma ha provocado.

Hay gente que cultiva la pobreza y no necesita enemigos.

lunes, 20 de noviembre de 2017

A gift of loving kindness


A gift of loving kindness

Meditation by Emma Seppälä

Let’s begin to loving kindness and meditation.

Close your eyes, sit comfortably with your feet flat on the floor and your spine straight. Relax your whole body, keep your eyes closed throughout the whole meditation and bring your awareness in word without straining or concentrating, just relax and gently follow the instructions.

Take a deep breath in and breath out. Keeping your eyes closed think of a person close to you who loves you very much. It could be someone from the past or the present, someone still in life or who has passed. It could be a spiritual teacher or guide. Imagine that person standing on your right side, sending you their love.
That person is sending you wishes for your safety, for your well being and happiness. Feel the warm wishes and love coming from that person towards you.

Now bring to mind the same person or another person who cherishes you deeply.
Imagine that person standing on your left side sending you wishes for your wellness, for your health and happiness. Feel the kindness and warmth coming to you from that person.

Now imagine that you are surrounded on all sides by all the people who love you and have loved you. Picture all of your friends and loved ones surrounding you. They’re all sending you wishes for your happiness, wellbeing and health.

Bask in the warm wishes and love coming from all sides. You are filled and overflowing with warmth and love.

Now bring your awareness back to the person standing on your right side. Begin to send the love that you feel back to that person. You and this person are similar. Just like you, this person wishes to be happy. Send all your love and warm wishes to that person. Repeat the following phrases silently:

May you live with ease..., may you be happy..., may you be free from pain.
May you live with ease..., may you be happy..., may you be free from pain.
May you live with ease..., may you be happy..., may you be free from pain.

Now focus your awareness on the person standing on your left side.
Begin to direct the love within you to that person. Send all your love and warmth to that person. That person and you are alike. Just like you that person wishes to have a good life. Repeat the following phrases silently:

Just as I wish to, may you be safe, may you be healthy, may you live with ease and happiness, just as I wish to.
May you be safe, may you be healthy, may you live with ease and happiness just as I wish to.
May you be safe, may you be healthy, may you live with ease and happiness.

Now picture another person that you love, perhaps a relative or a friend. This person like you wishes to have a happy life. Send warm wishes to that person. Repeat the following phrases silently:

May your life be filled with happiness, health and wellbeing.
May your life be filled with happiness, health and wellbeing.
May your life be filled with happiness, health and wellbeing.

Now think of an acquaintance, someone you don’t know very well and towards whom you do not have any particular feeling. You and this person are alike in your wish to have a good life.
Send all your wishes for well being to that person repeating the following phrases silently:



Just as I wish to may you also live with ease and happiness.
Just as I wish to may you also live with ease and happiness.
Just as I wish to may you also live with ease and happiness.

Now bring to mind another acquaintance toward whom you feel neutral. It could be a neighbor or colleague or someone else that you see around but you don’t know very well. Send all your good wishes to that person repeating the following phrases silently:

May you be happy. May you be healthy. May you be free from all pain.
May you be happy. May you be healthy. May you be free from all pain.
May you be happy. May you be healthy. May you be free from all pain.

Now expand your awareness and picture the whole globe in front of you as a little ball. Send the warm wishes to all living beings on the globe who like you want to be happy, repeating:
just as I wish to, may you live with ease, happiness and good health.
just as I wish to, may you live with ease, happiness and good health
just as I wish to, may you live with ease, happiness and good health

Take a deep breath in and breath out. Then another deep breath in and let it go.
Notice the state of your mind and how you feel after this meditation and when you are ready, you may open your eyes.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Things Monica didn't tell her husband

Monica was married 16 years ago. No member of her family was present in her wedding. She invited our father, then 64, and our mother, then 59, who were already divorced.

Mum couldn’t have gone because she didn’t have any money. Our father had stripped her of her part of the heritage and refused to pay alimony. Because of that our mother lived in poverty.

Monica got mad because our mother didn’t attend her wedding. I guess she wanted our mother to walk 3 000 miles to get there.

Our father refused to go and Monica didn’t seem to realize that such was a lucky event, since he couldn’t speak any English anymore due to his mental deterioration caused by excessive consumption of alcohol. There was the risk that he misbehaved in front of the family of Monica’s husband.

I am almost certain that Monica didn’t tell her future husband that our father was an alcoholic. Of course, Monica didn’t tell him either, that our father lived with a woman with whom he had had three children out of wedlock, and for years he had lived a double life.

Monica wouldn’t ever tell her husband that our father had attempted to rape his youngest daughter, our kid sister Veronica, who would die in 2006 at 33 leaving three children orphans.

My twin sister, Monica has always been an obedient person. When I went to the north of my country trying to find a job, our father ordered her to despise me and get me out of her life. She did. Five years later, when her husband learnt that I lived unemployed and not working he ordered her to despise me and feel ashamed of having a brother like me. She did it again.

There are feeble-minded people in the world and Monica is such a specimen. Family violence has been thoroughly discussed by psychologist and scientist of human behavior because of the extent of the damage it causes. Jeffery Alan Jung told his wife that if our father had treated me like dirt from the time I was an infant, it couldn’t have hurt me in any possible way. I was the scum of the earth and that couldn’t be justified.

I have no doubt that this man, Jeffery Alan Jung is a despicable son of a bitch, but I cannot understand absolutely how my sister came to believe such abomination, eager to stab her twin brother in the back.

Monica and Jeffery go to church every Sunday and they are devout Catholics. This is the way they interpret Jesus teachings, love and understanding. They defecate in their beliefs and don’t give a damn.

lunes, 13 de noviembre de 2017

A family affair


My sister Monica happens to be a very weak human being. She and me were the oldest children of Rafael and Yolanda, our parents. Four years later our sister Yolanda was born (1968), and eight years after Monica and me (1972) our sister Veronica came to this world.

Our father was a very sick man, but besides that he was evil. He hated his father and chose to reflect the image he had of him in me, his only son. Because of that, from a very early age he attacked me viciously blaming me for everything that was wrong in his life. As time passed and I grew up, he blamed me for everything that was wrong in the world.

The stress my sisters Monica and Yolanda endured, provoked by our father’s behavior was always indirect and much lesser than the stress I suffered. Our sister Veronica was born when our parents had been married for 10 years and her life was plagued with violence from the beginning.

As I grew up and stopped being a child, as I became stronger (late in my teens) our father realized that it was risky to keep attacking me. By that time Veronica was 12 years old and she became his favorite target.

Meanwhile, Monica and Yolanda enjoyed a very favorable situation as our father didn’t hate any of them and his attacks against them were rare and benign. It had always been that way.

When I was 29 years old, I read in an American magazine (Newsweek) an article about Attention Deficit Hyperactivity Disorder and I knew I suffered from that. Two years later I told my psychiatrist and he proved his incompetency, denying the possibility that I might be suffering from ADHD. He told me that children who exhibit this disorder, typically fail early in school. He didn’t know that a high IQ masks this disorder.

I began elementary school at six, like most children do in my country. I was very motivated to learn to read and write. I had learnt the vowels and a few consonants already, no more than a total of ten. The school year began in September (1970). By October, I could read already and soon after that I could write. Anyone would have expected from me to become a very good student, but a year later I was already the worst pupil in my class, both in achievement and conduct.

My bad behavior reflected the atmosphere that pervaded our home, my father being a very violent and abusive man and my mother a very codependent woman. She was very sick.

Somehow things got better at school and I went from one grade to the next. In subjects that involved reading and writing I was always one of the best without trying, but everything that involved numbers, as arithmetic or anything related to mathematics, I was absolutely lost.

At 19, I started my higher education, pursuing a major in engineering. I could add and multiply; I couldn’t subtract nor divide. After several years, having failed miserably I became aware that I had spent my life as a child and as an adolescent being unable to learn. Then I locked myself in my bedroom (now being a young adult) and began to study by myself every subject in which I was weak. I planned to work to earn the necessary money to go back to College to finish my engineering major.

At the same time, I began to read books and periodicals in English trying to master this foreign language. I read every paragraph and looked every unknown word in a dictionary. It was a very difficult period in my life because I was an adult who was supposed to be working making a living and I wasn’t making a cent. My parents didn’t know that I had not finished my studies and I couldn’t explain why I wasn’t working.

I lived in poverty, lacking money because I didn’t work. I lived with a stigma for being unemployed, kept by my father. I was alone and very sick (although I didn’t know it at the time) with no friends nor a girlfriend. Time passed and I didn’t obtain a job, I was penniless and fighting an endless war with my father.

In 1993, being 29 I was able to go back to College and in the beginning I excelled obtaining very good grades, but a year later I suffered a breakdown and was unable to keep going. I failed a second time. My life seemed to be over. This second failure (now I was 31) nearly killed me.

Late in 1995 I was hospitalized to receive medical attention and I stayed as an inpatient for about seven months. By mid 1996 I was discharged.

In November 1997, being 33 I got my first job and I did very well. I could do a very good work because I had applied myself to learning engineering subjects and because I was a proficient English speaker. This last ability got me in trouble with my boss, who had been my friend for over 10 years, and couldn’t take that I did something better than him. In January 1998 he stabbed me in the back and fired me.

This second fall almost destroyed my life. I was unable to obtain another job and now being much older than 30 lived unemployed, in very bad mental health suffering a Borderline Personality Disorder and now abandoned by my entire family.

In November 2001 my sister Monica married an American man and in June 2003 she and her husband Jeffery came to visit us, Monica’s family. I didn’t know Jeff but I was very glad to have him in my house and I worked very hard to have the place in good condition. I cleaned the house and painted walls and other chores in a few days. The last day before Monica and Jeffery arrived, a Thursday I was unable to sleep due to physical exhaustion. I got out of bed at 4:00 am and took a cab to get to the airport to receive our visitors.

A few days earlier, Jeffery Alan Jung had learnt that I lived (and had lived most of my life) unemployed and he told Monica that I was a despicable human being. He convinced her that I was the scum of the earth and she felt ashamed of having a sibling like me.

They arrived a Friday and by next Sunday Monica was very angry with me. Being at a beach destination she told me in front of my mother, my sister Yolanda and her family that I shouldn’t have been there with them and made clear that I was embarrassing her in front of her husband. I left the place and came home deeply humiliated.

Jeffery Alan Jung had used my sister to attack someone who was fallen, someone who a few years back had lost the desire to live. Jeffery used a sick feeble-minded woman, his wife, to attack someone who welcomed them in his house, someone who had been fallen most of his life.

This is the kind of people Monica M Jung and Jeffery Alan Jung are.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Recovered Borderline


El fin de semana hablé por teléfono con una psicóloga y le comenté sobre las condiciones en mi trabajo, que han cambiado para bien, o posiblemente lo que haya cambiado sea mi actitud en mi ambiente laboral y ante la vida en general.

Le expuse a Catalina mis ideas sobre mi patología y mis avances en los dos años y medio que me he desempeñado en este empleo. Con avances, quiero decir, mejoras en mi manera de percibir la realidad y en mi interacción con otras personas.

Antes que nada debo dejar claro que desde el principio se dieron circunstancias muy favorables. En primer lugar, mi jefa directa es una finísima persona, y una dama. La directora del departamento al que pertenezco, una mujer algunos años más joven que yo, es una persona de muy alta preparación y con grandes cualidades de liderazgo, pues su inteligencia no se limita a conocimientos técnicos sino también a algo en lo que muchísimos jefes fallan: el manejo de personal.

En la oficina somos un poco más de 20 integrantes. En el laboratorio están el resto en diferentes turnos y en total somos poco más de 50.

El trato con algunos compañeros dentro de la oficina es verdaderamente complicado, pero he aprendido en las últimas semanas a dejar de preocuparme por las actitudes incorrectas de otras personas, dándome cuenta de que en realidad no pueden hacerme ningún daño.

Regresé de una incapacidad laboral a mediados de junio (habiendo estado ausente casi todo mayo) del año en curso, y encontré que había una nueva integrante ocupando el mismo puesto que yo, una mujer mayor de 60 años con muy malas características. Inmediatamente puso de manifiesto que quería situarse en un nivel muy superior al mío, o más bien quería situarme a mí en un nivel muy inferior al de ella (postura por demás absurda) y entonces opté por no hablarle para nada. Esta mujer ridícula y patética comenzó entonces su guerra sucia, jugándola con mucha habilidad, diciéndole a otros miembros de este departamento que yo era muy grosero con ella. Uno de mis compañeros, que ocupa un puesto de jefatura, comenzó entonces con una guerra de hostilidad no muy encubierta, algo que me molestó mucho. El tipo es un alfeñique, un marica, y sería fácil hacerlo pedazos, pero por supuesto no puedo hacer eso pues perdería mi trabajo.

Otras personas que forman un pequeño grupo de gente bastante negativa, con pésimas características, siguieron con ese patrón de comportamiento, manifestando una hostilidad contra mí no disimulada y ello me hizo sentir miserable.

Me permito recordar aquí algo que leí hace algún tiempo en relación con el trastorno que padezco (el trastorno límite de la personalidad, también conocido como Borderline). “Padecer ese trastorno es como haber sufrido quemaduras graves. El menor movimiento, el menor contacto, provoca un sufrimiento espantoso.”

Durante semanas que se convirtieron en meses, las jornadas se hicieron lentas y dolorosas porque yo me debatía en la furia impotente por sentirme atacado por gente estúpida que se dejaba manipular ante los chismes y las intrigas, sin detenerse a pensar que lo que se decía sobre mí podría no ser cierto.

El tiempo siguió su marcha y en algún momento (en fecha bastante reciente), dejé de sentir ese dolor y esa angustia y comencé a disfrutar más del momento presente, de mi trabajo, de llegar a casa a ejercitarme, de la convivencia con mis mascotas, de la convivencia con mi madre y a dormir mejor y a dejar de sentir ese agotamiento permanente.

Entonces comencé a preguntarme si este enorme progreso se debía al tratamiento farmacológico (cosa bastante dudosa) o a haber llegado a un nuevo nivel de conciencia en el que dejo de preocuparme (o me preocupo menos) por cómo me ven los demás y por lo que piensen de mí.

Así pues, el sábado pasado al hablar por teléfono con la psicóloga Catalina, le plantee la posibilidad de dejar el tratamiento farmacológico en fecha próxima, a mediano plazo, posiblemente convirtiéndome en lo que Susana Keysen al final de la película ‘Girl, interrupted’: Recovered borderline.

martes, 7 de noviembre de 2017

Nuevo cyclocomputer, actividad física y vivir en plenitud


No sé si lo había mencionado antes en este blog (he escrito más de 280 entradas), en algún momento durante mi tardía infancia, acercándome a la pubertad, me sentí inspirado para realizar actividad física y al llegar a la adolescencia, adquirió una importancia enorme.

Conforme pasaban los años y yo iba dejando de ser un niño, me convertía en un adolescente y después en un adulto joven, mi vida se fue haciendo cada vez más difícil. No resulta fácil entender cómo siendo el protagonista, carecía de conciencia sobre mi realidad, al punto de llegar a creer que mi existencia era lo “normal”, que así éramos todos los seres humanos. En realidad esto no es un reproche, pues eso que me sucedía es la naturaleza humana. Tendemos a pensar que nuestras vidas son la norma, pues no hemos vivido otra existencia y no podemos comparar con lo que no hemos experimentado.

A lo que quiero llegar es que siendo mi vida extremadamente difícil, el deporte se convirtió en un mecanismo de evasión, cosa que tampoco es un reproche, pues de no haber sucedido así, dudo haber podido escapar al alcoholismo o la drogadicción. No quiero ni imaginar lo que habría sucedido con mi vida si hubiera caído en la adicción a drogas legales o no legales.

Y ahora que tengo más de cincuenta años, mi vida parece estar en equilibrio. Trabajo muchas horas por semana y me ejercito un poco (menos de lo que quisiera) pero la actividad física sigue siendo una gran motivación. El pasado domingo recibí un banco para hacer ejercicios con pesas, comprado en amazon.com el día anterior y ayer lunes, recibí un cyclocomputer marca sigma sport, tecnología alemana, comprado en el mismo portal.

Siete meses antes, recibí unos rodillos marca Krestrel, mejores que los que ya tenía, pues el diámetro de los cilindros es menor —lo que supone una mayor resistencia y por consiguiente un mayor esfuerzo— y a poco más de treinta minutos de terminar mi turno laboral, pienso en llegar a la casa y cambiarme de ropa para ejercitarme en mi bicicleta de carreras marca Cannondale, comprada hace un año (29 de octubre de 2016), actividad en la que mi pulso se eleva por arriba de 140 y 150 pulsaciones por minuto e involucra coordinación, resistencia, habilidad y potencia.

¿De dónde deriva el placer de seguir practicando actividad física, cuando he dejado atrás la juventud?

Del placer del juego, creo yo. De poder explorar los niveles de energía de los que todavía puedo echar mano, de poner en marcha los mecanismos fisiológicos que involucran el funcionamiento conjunto, síncrono y armónico de mi organismo con el correspondiente bienestar físico y también psíquico.

Al terminar el día, después de cenar y pasear con mis perritas, puedo acostarme a dormir con la satisfacción de haber cumplido con mi deber, laboralmente hablando, y habiendo realizado una actividad que me proporciona una felicidad tangible.

¿Parece poco? No para mí. Las experiencias de los últimos meses me han hecho madurar y me han enseñado la importancia de vivir con plenitud el presente y si bien la vida difícil que me tocó junto con mi patología mental ha hecho mi existencia tan difícil, puedo sentirme orgulloso de mis pequeños logros, independientemente de lo que piensen otras personas.

martes, 31 de octubre de 2017

Enterarme de algo grave, de la mujer que amo


Me resulta difícil entender cómo alguien pudo haber participado en un hecho violento —de hecho un homicidio— y recordarlo y ser capaz de narrarlo sin sentimiento alguno, como si hubiera partido un tronco con un hacha.

¿Y el castigo? En circunstancias normales sería homicidio calificado y no sé qué más pues no soy jurista y no sé prácticamente nada de leyes.

Saber que en este país cerca del 100 % de los hechos delictivos quedan sin castigo hace más fácil aceptar que alguien mató a otro ser humano sin enfrentar ninguna consecuencia por ello.

Ahora que me encuentro tan cerca de esa persona, de esa mujer (que por añadidura es joven y hermosa) debería sentirme intranquilo, como si mi seguridad o mi integridad física estuvieran en riesgo.

Curiosamente esto no sucede. Haberme enterado de que esta bella mujer privó de la vida a otra persona (algo que sucedió hace menos de 24 horas, enterarme quiero decir) me ha hecho reflexionar sobre mí mismo, sobre la clase de persona que soy y cuál es la razón por la que yo no he cometido un homicidio.

No sé cuántos años más voy a vivir, pero casi tengo la seguridad de que cuando mi vida haya terminado, me habré ido sin haber privado de la vida a ninguna otra persona. La pregunta es por qué.

Motivos no me han faltado. La violencia ha dominado mi vida casi desde el principio y de hecho, cuando tenía poco más de 20 años pensé muy seriamente en la necesidad más que en la posibilidad de matar a una persona muy cercana a mí, ante el peligro de que ese mal individuo me matara a mí o me condujera a perder la razón, a volverme loco. Sobra decir que no lo hice.

No creo en Dios, no creo que exista un infierno ni que la gente sea castigada por ningún ser superior cuando hace algo malo, pero de alguna manera pienso que cuando un individuo hace algo malo, tendrá que enfrentar consecuencias y no podrá escapar de ello. Aclaro que mi motivación para no matar no es el miedo, pues como mencionaba antes, hay buenas posibilidades de salir impune, sino más bien, una certeza de que obrar mal no es otra cosa que una señal de debilidad y hacer lo contrario, optar por el bien, constituye una señal de fortaleza.

Mientras escribo esto me viene a la mente la obra de Dostoyevsky “Crimen y castigo”, si bien no sé por qué, pues jamás la he leído; pero estoy divagando más de la cuenta, volvamos a esa mujer con la que ahora estoy profundamente involucrado.

Cuando la miraba con una admiración y un afecto que me resultaba imposible disimular, en el camión al regresar a casa del trabajo, sabía que había algo en ella que la hacía diferente de otras mujeres jóvenes, o de cualquier edad, pero no podía definir qué era. Al bajar del camión, después de haber dormitado (esto sucedía con mucha frecuencia), Ana miraba a su alrededor buscando orientarse y una vez que sabía bien dónde estaba comenzaba a caminar muy rápidamente hacia el puente peatonal para ascender muy ágilmente mientras yo proseguía mi camino.

En sus movimientos se percibía una coordinación de alta eficiencia, como la que se observa en deportistas de alto rendimiento. De hecho, si alguien me hubiera dicho que se trataba de una atleta profesional, la idea me habría parecido plausible.

Yo caminaba detrás de ella, más rápidamente de lo acostumbrado para contemplarla el mayor tiempo posible (que de todos modos no pasaba de dos o tres minutos) y al verla subir los peldaños del puente, miraba hacia arriba buscando su rostro y nuestras miradas se cruzaban un instante. Yo no sabía cómo interpretar su mirada. ¿Proyectaba molestia, simpatía o indiferencia?

Respecto al homicidio en el que participó, sé todavía menos. La víctima fue un mal individuo (me parece fácil creerlo), uno de esos lacras que no tienen la inteligencia para entender que así como ellos pueden lastimar a otros, ellos mismos pueden ser un día objetivo de la furia o la crueldad de otra persona. No siento empatía por esa persona, a quien no dudaría en llamar basura humana, y al escuchar el relato de Ana (por demás sobrio y carente de detalles) creo ser capaz de comprender esa mirada suya cuando éramos un par de desconocidos: una ausencia total de sentimiento. Esta hermosa mujer cuya belleza me deslumbraba me miraba como a un objeto, sin sentirse molesta por mi admiración, ni amenazada aunque tampoco halagada.

Conforme pase el tiempo y se desarrolle nuestra relación, tendré la oportunidad de averiguar si esa violencia letal que ya se manifestó por lo menos en una ocasión nació con ella, o fue inoculada por una existencia difícil.

Extrañamente, enterarme de este asunto tan grave en el pasado de Ana hace que crezca el amor que siento por ella.

lunes, 30 de octubre de 2017

Prosigue nuestra extraña relación


Han pasado más de seis años de que comencé a tomar el tratamiento farmacológico completo, que consiste en un estabilizador del estado de ánimo (primero valproato de magnesio, después topiramato), un antidepresivo (fluoxetina al principio, después sertralina, otra vez fluoxetina) y un antipsicótico (risperidona). Desde entonces (mediados de 2011, contaba yo con 47 años) mi libido sexual cayó a cero, o casi.

He vivido célibe la mayor parte de este tiempo, excepto por algunos encuentros casuales con mujeres que conocí durante mis épocas difíciles (de desempleo, pobreza y aislamiento), pero lo que anhelaba era amor más que sexo.

De pronto, sin que me lo esperara, aparece Ana, una mujer verdaderamente muy hermosa, mucho más joven que yo, y su sensualidad despierta mis instintos en estado de hibernación. El sexo entre ella y yo es indescriptible y en mucho se debe a la belleza de su anatomía, la perfección de sus formas y su conciencia sobre lo hermosa que es y el placer inconmensurable que la sola exhibición de su cuerpo puede proporcionar, ¿qué decir de las sensaciones que provoca tocar su piel, su cuerpo, la totalidad de su humanidad?

Al mismo tiempo, durante el transcurrir de la noche, escucho de forma fragmentada relatos de su vida y en mi mente comienza a formarse un collage sobre lo que ha sido su existencia.

Me sorprendió enterarme que Ana vivió un par de años con otra mujer, joven también. No tendría nada de particular si hubieran compartido una vivienda, pero no se limitaron a eso; tenían una relación de pareja. Enterarme fue al mismo tiempo un alivio, pues habría sido doloroso pensar que había pasado tiempo en la intimidad con un hombre que no era yo. Más tarde me habló sobre la violencia de género de que fue objeto en la escuela secundaria y el nivel de violencia al que tuvo que recurrir para resolver el problema, por lo menos en parte.

Ana también tuvo un padre atroz, la diferencia es que el suyo aún vive. Ella habla de las visitas periódicas a sus padres y algunos de sus comentarios me llevan a deducir que el viejo abusó de ella sexualmente, con complicidad de su madre.

Por mi parte, evito hablarle a la mujer que amo de mis conflictos familiares y del odio que siento por mi padre. Creo que ya he hablado demasiado de este asunto a demasiadas personas. No me atrevo a preguntarle por qué no se aleja para siempre de sus padres y se ocupa de perseguir sus metas y buscar su realización y su felicidad.

Ana presenció uno de mis arrebatos de furia, que derivó en violencia física y lo tomó como algo muy natural. No hizo ningún comentario, no pareció asustarse y si bien no pareció agradarle, tampoco se molestó conmigo. Hay una forma de comunicación en su mirada, en la expresividad de su rostro y en su comportamiento en apariencia distante que me hace pensar que esta bellísima mujer acepta la violencia y las consecuencias que pueda acarrear —sean las que fueren— como algo natural, inevitable, a lo que nadie puede escapar.

Más me llama la atención cómo personas cercanas a ella han muerto en fechas recientes, como me ha sucedido a mí, y ello le hace pensar que su propia vida podría terminar uno de estos días.

Tampoco le preocupa.

jueves, 26 de octubre de 2017

Ana


Vi a una bella joven bajarse del transporte que uso para ir al trabajo y me impresionó lo bonita que es. Inmediatamente asumí que muchos otros hombres percibían su belleza de la misma manera que me había sucedido a mí, lo más llamativo era su anatomía corporal, pero su dermis también es perfecta, al igual que los rasgos y la simetría de su rostro, su pelo abundante y muy oscuro y un aura que emana de esta mujer alta y delgada.

Pasaron días, que se convirtieron en semanas y una tarde, cuando regresaba a casa, esta hermosa dama se subió al camión y se sentó junto a mí. Yo procuré mirarla disimuladamente para no molestarla, pero esa precaución pereció innecesaria, pues ella llevaba los ojos cerrados, lo que me hizo pensar que llevaba muchas horas despierta, que debía levantarse muy temprano, posiblemente de madrugada.

No sé si la experiencia de tenerla tan cerca de mí fue agradable o dolorosa, por no poder dirigirle la palabra, por la imposibilidad de expresarle que la encontraba hermosa y que desearía entablar algún tipo de relación con ella. Como había sucedido antes, nos apeamos de la unidad en el mismo lugar y ella caminó muy rápidamente —no como si llevara prisa, sino como si su motor interno se hallara permanentemente revolucionado— y siguiendo la misma trayectoria, yo caminé tras ella. Al llegar a un puente peatonal, ella subió y yo seguí mi camino.

Pasaron días en que no la vi abordar la unidad en la que yo viajaba, lo que por supuesto no me sorprendió, pues esa ruta cuenta con muchos carros, pero una tarde esta joven y yo volvimos a coincidir. Ella buscó con la mirada un asiento desocupado y lo encontró al otro lado del pasillo. Conociendo su costumbre de dormitar durante el trayecto, no disimulé y la miré con admiración y afecto. Esta vez no tuve duda, estar cerca de ella y poder contemplarla resultaba doloroso, pues no parecía haber ninguna manera de reducir la distancia.

Cuando nuestros caminos se cruzaron, supe que Ana sería una fuerte presencia en mi vida, si bien no de qué manera. Una tarde la vi rodeada de otras personas que tenían un aire de familiaridad, si bien físicamente no se parecían. En contraste con lo que había notado sobre su manera de caminar, ahora lo hacía con mucha lentitud incluso rodeada de personas jóvenes o que cuando mucho rozaban los tempranos cuarentas. Al reconocerme me saludó obsequiándome una sonrisa.

Cuando volví a verla, Ana respondió a la pregunta antes de que yo la formulara. Esas personas eran la familia que nunca tuvo. Por supuesto, yo no entendí esa aseveración y ella me dijo que con el paso del tiempo su significado se haría evidente.

Nuestros encuentros ya no son fortuitos ni esporádicos y es ella quien decide cuándo y dónde nos vemos y yo acepto las condiciones y las circunstancias de nuestra convivencia, pero entre más tiempo paso con ella, menos la conozco. Sé que tiene 29 años (lo que pone una brecha entre los dos), pero no conozco su pasado; no sé quiénes son sus padres, en caso de que los haya tenido; no sé cuál es su escolaridad o qué tipo de trabajo desempeña. Sé que es inteligente y perfectamente capaz de enfrentar la adversidad y el peligro, lo que me lleva a deducir que su existencia pudo haber estado plagada de violencia. No parece necesitar a nadie para hacer nada y no parece tener vínculos con ningún hombre, ni siquiera conmigo que soy su pareja sexual en este momento.

En sus ojos oscuros veo una calma absoluta, algo que no me tranquiliza. No sé cómo explicar esto, pero en tiempos recientes han muerto un cierto número de personas de diferentes edades y diferentes orígenes, que lo único que tenían en común es que tuvieron algún tipo de relación conmigo.

Ana parece representar la muerte, mas no sé si se trata de la mía o la de alguna otra persona a quien le ha llegado la hora.

Si se trata de mí no me preocupa, pues ya he vivido más de medio siglo.

lunes, 23 de octubre de 2017

Eliminar el topiramato, y el día tendrá más horas


En enero de este año que ya va muy avanzado, la residente de psiquiatría que me atiende en la institución pública a la que acudo tres veces al año, me cambió el estabilizador del estado de ánimo, de valproato de magnesio a topiramato.

En mayo tuve un accidente y pasé casi todo ese mes y la mitad del siguiente incapacitado. Poco después de que regresé a mi empleo cambié de horario, ahora de 8:30 a 18:00 horas pero sucedió algo bastante extraño: seguí yéndome a la temprano. Por supuesto, comencé a levantarme más tarde (a las seis horas), pero tomé por hábito acostarme a dormir a las 22 horas. De pronto sentí como si el día se hubiese hecho más corto, como si le hubieran quitado horas y eso ha sido un verdadero problema, pues siento que paso demasiado tiempo en mi trabajo (si bien es cierto que definitivamente el horario es muy largo) y entre semana no me queda tiempo para hacer otra cosa que no sea ejercitarme un poco y llevar a mis mascotas a dar un paseo no muy prolongado.

En entradas anteriores expresé la idea de dejar de tomar el antidepresivo, la fluoxetina y así lo hice durante algunas semanas, con muy malos resultados. La tristeza que me trajo provocó mucha furia y estallidos de furia muy frecuentes. Esto se debió en buena parte a los problemas laborales que enfrenté una vez que regresé de mi incapacidad provocados por una mujer de edad avanzada que lo único que ha hecho aquí es manipular idiotas con sus chismes y sus intrigas (y hacer un ridículo que ya la está alcanzando, poniéndola en una muy mala situación de vieja lunática).

Volviendo al asunto de esta entrada, seguí preocupado por mi situación actual en la que duermo mucho durante la noche (ocho horas) y al despertar, enfrento una situación difícil, pues salir de la cama parece un evento traumático. Significa sentirme cansado y con sueño y tener que tomar un poco de alimento para después bañarme y vestirme y salir de casa a caminar 20 minutos y abordar el transporte público para llegar a mi lugar de trabajo donde pasaré la mayor parte del día, en una situación no muy grata, rodeado de gente indiferente y hostil, si bien tengo algunos buenos compañeros.

He recordado mucho mis primeros meses en esta empresa, en que trabajaba en un horario de 11.00 a 20:00 horas y llegaba a casa a las nueve de la noche, cenaba tranquilamente para después llevar a caminar a mis mascotas y al otro día me levantaba sin necesidad de usar una alarma para ejercitarme en mi bicicleta de carreras y desayunar con toda la calma del mundo para después prepararme para irme a laborar. El día parecía durar mucho más tiempo.

Parece que esta vez he descubierto la causa de este periodo de sueño tan prolongado y de esta somnolencia que parece agravar mi depresión y provocarme una gran preocupación porque mi vida parece transcurrir sin que yo sea capaz de disfrutarla. El origen está en este medicamento estabilizador del estado de ánimo, el topiramato.

Pienso disminuir la dosis de 100 a 50 o a 25 mg diarios y cuando se haya terminado el medicamento que me queda, regresar al valproato de magnesio o posiblemente dejar de tomar este componente, el eutimizante y quedarme con el antidepresivo y el antipsicótico (risperidona) pues este me ayuda a conciliar el sueño.

viernes, 20 de octubre de 2017

Terminando una larga semana de trabajo


Viernes por la tarde, a una hora de terminar la última jornada laboral de la semana el cansancio y el hastío son excesivos, debido simple y llanamente a que la duración de la misma es excesiva: 47.5 horas divididas en cinco días. A ello hay que sumarle diez horas de trayecto de la casa al trabajo y recíprocamente.

Salí a comer a las cuatro de la tarde, como hago cotidianamente, actividad que me tomó unos veinte minutos y el resto los pasé dormitando en su mayor parte. No sé el porqué de esto. Duermo bastante por la noche, ocho horas y aun así amanezco cansado y me cuesta trabajo apresurarme con mi taza de café y mi tazón de avena y el baño con agua fría, lo cual me toma un poco más de una hora después de lo cual camino veinte minutos para abordar el camión que me trae a mi lugar de trabajo.

La jornada consta de nueve horas y media que transcurren en aislamiento, pues pese a estar rodeado de otras personas (detesto a un buen número de ellas, las más cercanas) evito la convivencia en la medida de lo posible y mientras trabajo traduciendo documentos, mi mente se mantiene ocupada con pensamientos repetitivos, mórbidos e improductivos. Las condiciones laborales van de mal en peor y en fecha reciente nos anunciaron que ya no se permitirá el uso de teléfono celular (en fecha reciente se había inhabilitado el uso de correo electrónico en internet) y ello acentuará mi aislamiento y que la jornada parezca más prolongada y ardua.

Camino a casa, la mayor parte de las veces tomo mi Smartphone y me meto a la red social twitter y pierdo el tiempo en ella. En ocasiones tomo la novela que estoy leyendo (todavía The Handmaid’s Tale) y esto me proporciona una satisfacción, un sentimiento de estar aprovechando el tiempo. Al llegar a casa, apresuradamente me cambio de ropa e inflo las llantas de mi bicicleta a la presión adecuada (120 psi) y comienzo el pedaleo, que dura unos 40 minutos. El kilometraje del odómetro avanza, mismo que registro en un cuaderno, alojando muy profundamente en el inconsciente el conocimiento de que esto no significa nada, pero viviéndolo como si esta numeración le diera sentido a mi vida.

He vuelto a llegar al millar de kilómetros, después de haberme olvidado del kilometraje tras romperme la clavícula a principios de mayo y haber dejado de usar el dispositivo que mide todas las variables asociadas a distancia, velocidad instantánea, velocidad promedio, duración del viaje, etc. Cuando sufrí el accidente, aquella tarde de sábado, acababa de llegar a esa misma cifra, que sumada a la que había borrado en marzo, cuando mi mascota Lola, estaba a punto de morir, sumaba unos 20 mil kilómetros. Entonces, ahora ando arriba de 21 mil kilómetros. ¿Y eso qué significa?

El martes pasado el cyclocomputer dejó de funcionar y después de un pedaleo muy energético comenzó a dar lecturas extrañas, a ratos se detenía, después daba velocidades de paso de tortuga y por intervalos daba velocidades que podían considerarse normales para el esfuerzo realizado. Ayer sucedió lo mismo, pero eso no me impidió alcanzar la cifra de los cuatro dígitos.

Pensé que tal funcionamiento podía deberse a que el dispositivo había dejado de funcionar, es decir, su vida útil había llegado a su fin, pero eso parece poco probable. Lo compré a principios de septiembre de 2014, es decir, hace tres años. Lo que ha de estar sucediendo, es que el sensor montado en un rayo (un imán) se haya movido y eso esté provocando que la señal no llegue con la regularidad requerida.

Me quedan unas horas del viernes, más el sábado y domingo completos para meditar seriamente sobre mi estado anímico actual, en el que me siento casi abrumado por el hastío y el tedio en mi trabajo, por la monotonía de mi existencia y por la rutina. Necesito un proyecto, algo que constituya una verdadera motivación y que pueda llevarse a cabo durante las horas del día, aun si coincide con las horas de trabajo, pero por supuesto, sin obstaculizarlo.