jueves, 24 de septiembre de 2015

La vida de un enemigo en manos de una psicoterapeuta

David me asestó una puñalada hace 17 años, siete meses y 22 días. A partir de entonces mi existencia, que ya había sido terrible al grado de ponerme al borde de la muerte, se hizo todavía más difícil. Juré cobrársela a ese hijo de puta, y ahora que lo he humillado públicamente, es posible que esté descendiendo a su infierno personal; ojalá así sea.

Muchas veces me he preguntado si ese deseo de venganza, hablando de David en particular, proviene de un narcisismo desproporcionado. Me resulta insoportable pensar que un individuo débil en extremo, sin virilidad, sin masculinidad, que llevó una vida sedentaria sin intentar siquiera practicar un deporte, me haya hecho tanto daño, saliéndose con la suya.

Sea como sea, imagino a este pedazo de maricón viviendo en la desesperación más absoluta, habiendo perdido a su familia, su patrimonio, su salud física y mental, con un pie en la tumba, convertido en una piltrafa humana. En mi fantasía aparece Fabiola, que fue mi psiquiatra en una institución pública, quien por alguna razón me pareció atractiva pese a no ser una mujer bonita, por quien siento gratitud y al mismo tiempo resentimiento por haberme mirado desde arriba, por haberse obstinado en verme como un individuo mentiroso, inculto y poco inteligente. Fabiola me dijo que yo era narcisista, “usted es muy defensivo”. Bueno, ella se decía doctora, sin tener ese grado académico, siendo médico especialista. Recuerdo que una psicóloga con quien hablaba por teléfono me dijo que Fabiola se sentía “la última coca cola en el desierto”.

Imagino a Fabiola pidiéndome que hable con ella y le explique mi determinación por destruir a David. Desde el principio me muestro reacio, tratando de no portarme grosero con ella, pero haciéndole ver que no sabe escuchar, que tiene prejuicios respecto a mi persona (porque tengo la etiqueta de enfermo), que no va a creer una palabra de lo que le diga, y que se presta para que un mal individuo (David) la utilice como a un títere. No es mi intención ofenderla, pero no lo puedo evitar.
Pongo como condición que Fabiola use sus conocimientos de psicoanálisis para evaluar a David al escuchar su discurso, lo que le permitirá advertir que este carece de lógica, está lleno de contradicciones e inconsistencias, y omite información importante, recordando lo que le conviene y habiendo olvidado lo que podría ponerlo en evidencia. Amnesia selectiva.

Fabiola atiende a David con mucha regularidad, una sesión por semana, en ocasiones dos. A mí, Fabiola me cita para que le dé información, pero queda perfectamente claro que no soy su paciente y que mi asistencia a las sesiones es voluntaria y puedo abandonarlas en el momento que quiera. Entre esta psiquiatra y yo crece el antagonismo que apareció cuando era su paciente en una institución pública, mientras que entre Fabiola y David la situación es del todo diferente.

Al principio Fabiola le cree a David su versión de los hechos, cuando él le narra los acontecimientos que nos llevaron a convertirnos en enemigos a principios de 1998, en esa empresa de la maquiladora electrónica. Fabiola piensa que habiendo quedado trunco en mis estudios universitarios, carezco de una inteligencia que me permita ser competente y siendo un enfermo, padeciendo un trastorno límite de la personalidad, mi paranoia me impide darme cuenta de que mi jefe tomó una medida dolorosa pero necesaria, que tuvo que despedirme porque mi trabajo no servía y lo único que hacía era causar problemas.

Esta psiquiatra-psicoanalista, tiene especial cuidado al hablar conmigo, dado que mis sesiones con ella se dan cada tres o cuatro meses y si me enojo y decido no volver a verla, no podrá impedir que la existencia de David quede totalmente destruida. Por esta razón, Fabiola usa una aproximación muy indirecta en la que me solicita información, tratando de disimular u ocultar su reacción al escuchar mi narrativa. Muy frecuentemente me doy cuenta de que esta profesional de la salud mental me pone en el banquillo de los acusados, probablemente sin tener conciencia de ello, cosa que no disminuye mi malestar ni mi furia por su estupidez. Sin embargo, Fabiola logra su cometido al evitar que me vaya y al mismo tiempo, escuchando a David, paulatinamente comienza a sentir aversión hacia él. Yo le he señalado que este traidor cobarde tiene un ego gigantesco y es un patán que finge ser un caballero. Eso le ha dado a ella la pauta para comenzar a ver qué hay debajo de la máscara de este individuo repugnante.

David se destruye a sí mismo y nadie puede impedirlo, nada puede detenerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario