lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Qué te puedo ofrecer, mi amada K?

Existe una distancia geográfica entre Kiowa y yo. Ella radica en la ciudad número uno de nuestro país, yo en la número dos. Es bonito quererla, pero quisiera tenerla entre mis brazos y recorrer su bella dermis con mis labios  y amarla con pasión  y darle todo lo que ella necesita para sentirse plena…, y parece difícil porque si voy a superar mi condición de hombre al que no le ha sido posible adquirir lo que necesita y merece, queda un largo camino por recorrer.

Y esta mujer tan bella ha sufrido mucho. Puedo ver parte del origen de ello, pero mi visión es incompleta. Comprensiblemente, K teme que el interés y la fascinación que siento por ella se desvanezcan y por ello, pese a tratarme bien y obsequiarme buenas dosis de felicidad, mantiene una distancia prudente. Le pregunto si me quiere y ella me responde: todavía no. Y tengo algunas imágenes en las que además de su belleza física puedo percibir a un ser humano complejo, con grandes talentos, con una gran alegría y una gran tristeza y una necesidad de amar y ser amada; entonces quisiera haber vivido de otra manera para proporcionarle todo eso, y esto, por supuesto que constituye un contrasentido pues en esas circunstancias jamás nos habríamos conocido.

He dejado de vivir en la dependencia, en la improductividad y eso ha mejorado mi salud mental y mi calidad de vida, pero no puedo conformarme. Habrá que seguir adelante.

Te amo, K.

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