Yo sé lo que es ser débil, o lo que es vivir en una situación de debilidad. Cuando fui niño, fui extremadamente delgado y muchos de mis compañeros de la escuela eran más fuertes que yo, pero de alguna manera me defendía de las agresiones físicas ocasionales. Cuando llegué a la adolescencia, mi desarrollo no fue rápido, como el de muchos de mis contemporáneos. Durante tiempos prolongados, mantuve un peso corporal bajo con una masa muscular escasa y eso, junto con un brote de acné muy marcado y haberme roto los dientes frontales me hizo blanco fácil de muchos compañeros más fuertes y viví épocas bastante difíciles. Eso sucedía en la escuela, en casa mi padre utilizaba cualquier pretexto (si yo no le daba uno él lo inventaba) para atacarme verbalmente con insultos y humillaciones. Pasaron los años y yo comencé a hacer ejercicio y me fortalecí poco a poco, si bien no gané mucha potencia, sí mejoraron mucho mi coordinación y mi resistencia y mejoré mi capacidad para pelear, lo que me llevó a dejar de ser el blanco favorito de compañeros abusivos.
Sin embargo, con el paso de los años y pese a mis esfuerzos por superar mis enormes deficiencias académicas, resultado de tantos años con problemas de aprendizaje, desprovisto de la ayuda que necesitaba, caí en una patología muy grave en la que la constante fue un tremendo aislamiento del mundo, viviendo encerrado en mi habitación, sin trabajar, sin ingresos, sin amigos, sin pareja, etc., y con el paso de los años esta situación generó en una serie de crisis que por poco me cuestan la vida.
Llegué a tener más de 30 años sin jamás haber tenido un empleo y cuando tuve uno lo perdí, por una serie de circunstancias desafortunadas, y por el mal proceder de personas terribles (mi padre y mi "amigo" David principalmente), y así bien entrado en la cuarta década de mi vida, viví dependiendo económicamente de otras personas, sin la capacidad de ganarme la vida.
Todo esto me convertía en el blanco fácil de individuos con problemas de autoestima, que necesitaban probar su valía comparándose con alguien a quien consideraran débil. Yo había dejado de ser físicamente débil desde hacía décadas, pero quien quisiera medirse conmigo echándome a la cara su enorme capacidad para trabajar y para vivir, su inteligencia y cualquier característica que considerara deseable y valiosa en un hombre, me tomaba como su saco de boxeo, considerando que desde el principio yo tenía perdida la batalla por no saber ganarme la vida. Debo aclarar que yo nunca participé voluntariamente en este juego patológico y estéril, por lo menos no conscientemente.
Hasta la fecha, esto sigue sucediendo. El colmo es mi cuñado Enrique, esposo de mi hermana Yolanda, a quien me he referido en entradas anteriores. Quisiera hablar ahora de la psicóloga Lupita.
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